Por: Sebastián Zapata

Más allá de que suene bastante contradictorio, parece ser que la dialéctica que más describe a buena parte de la sociedad colombiana por estos días es la de una especie de simbiosis de la anarquía y el autoritarismo. Dicha dialéctica, que en escenarios académicos y teóricos pareciese contradictoria, sale una simple reflexión de las prácticas que acontecen a diario en el país.

En este orden, podemos decir en un primer escenario que los casi 50 de millones de colombianos vivimos en un marco de autoritarismo de ciertas instituciones, en que pueden darse episodios reprochables de exceso de autoridad, como lo que aconteció hace un par de semanas en Tumaco, donde la fuerza pública atacó con gases lacrimógenos, bombas de aturdimiento y disparos a una comisión humanitaria, conformada por diferentes personas de sectores no gubernamentales y funcionarios públicos.

Dicho sea de paso, tal comisión humanitaria estuvo verificando asuntos sobre el delicado episodio de la masacre de campesinos que aconteció el 05 de octubre, donde presuntamente, y según relatos de algunos sectores, la fuerza pública contó con un alto grado de responsabilidad.

Sumado a lo anterior, hace pocos días se dio un episodio bastante bochornoso, donde unos policías en un claro exceso de autoridad castigaban a unos indígenas de la comunidad Emberá en la ciudad de Bogotá. Todo sucedió en un principio, según los relatos, gracias a conductas incorrectas por parte de los nativos al no pagar el ingreso al sistema de transporte masivo, Transmilenio. Sin embargo, más allá del mal comportamiento de los indígenas, que merecía claramente una amonestación por parte de las autoridades, no se justificaba que los mismos encargados de hacer cumplir la ley se sobrepasaran en sus funciones, como lo evidencian algunos videos que circulan en las redes.

Obviamente hay otros cientos de ejemplos del autoritarismo imperante en la sociedad Colombia, que de hecho no solo están relacionados con nuestros entes públicos sino que involucran del mismo modo a múltiples entes privados, que citarlos sería una labor bastante ardua, por no decir imposible.

Con base en lo anterior, es necesario ver la otra cara de la moneda del entorno nacional, de la cual se desprende una latente anarquía, la cual permea a muchos de los ciudadanos en todas las regiones del país, y donde se pueden ver sucesos variopintos, que van desde el accionar de unos colectivos que tienen sus propias reglas -más allá de las legales y legítimas- hasta la intolerancia ciudadana en los espacios culturales con los que cuenta el ciudadano de pie para el disfrute y el ocio.

A propósito, los colectivos o gremios a los que hago referencia, el grupo por excelencia son hoy por hoy los taxistas. Esta semana, por ejemplo, en su más reciente paro, que se dio principalmente en la capital, no contentos con intentar colapsar la movilidad de la ciudad, muchos de ellos agredieron a sus mismos colegas por prestar el servicio y obligaron a los pasajeros, de manera arbitraria y arrogante, a bajarse de los vehículos.

Respecto a los taxistas, es mejor no entrar en detalles sobre los constantes episodios que se vienen dando en el último tiempo, en los que muchos conductores de este modelo de transporte atacan y agraden a usuarios y prestadores de servicios de las plataformas como Uber y Cabify.

Otro acontecimiento reciente, que deja en evidencia el anarquismo reinante, se dio en días pasados en uno de los espacios distritales para el goce ciudadano, el festival “Hip Hop al Parque”, algunos de sus asistentes terminaron enfrentándose en riñas realmente graves y peligrosas, en unas de ellas alcanzaron a agredirse incluso con armas blancas.

En últimas, y como advertí, estos son algunos ejemplos de esa particular dualidad de autoritarismo y anarquía, que está presente nuestras ciudades. Pero quizá lo realmente importante aquí, es el cómo todos los ciudadanos podemos mejorar nuestras acciones tanto a nivel individual como grupal, en aras de no continuar con la cultura de la anarquía y la incivilidad, que es obviamente uno de nuestros peores flagelos como colombianos.

Así mismo, es fundamental que las diferentes instituciones sociales, económicas, políticas mejoren sus acciones y evitan caer en conductas de autoritarismo, donde los mayores afectados son las personas del común.

Twitter: @sebastianzc