Por: Yolima Gómez

Como muchas otras personas y por fortuna, soy fiel creyente del alto valor transformador que tiene la educación, entendida ésta como todo acto que suma en la construcción de seres humanos felices, capaces de vivir en un mundo en transformación permanente.

Desde este punto de vista de educación transformadora, propongo a los lectores unas reflexiones a partir de la selección de algunos apartes del documento de la UNESCO titulado: “Replantear la educación, ¿Hacia un bien común?” y lo planteo porque además de responder a las necesidades educativas actuales, ofrece elementos orientadores para las escuelas que están prontas a iniciar labores. Por lo cual, educadores, familias, entre otros agentes educativos debemos pensar sobre qué bases plantearse la praxis educativa hoy, se entiende por praxis la reflexión sobre la acción, la cual se hace concreta en la construcción de planes, programas y proyectos que propicien en los estudiantes a cargo, un alto impacto para sus vidas durante este año, y ojalá sus años venideros.

Refiriéndose a la educación, dice el documento: “No existe una fuerza transformadora más poderosa que la educación para promover los derechos humanos y la dignidad, erradicar la pobreza y lograr la sostenibilidad, construir un futuro mejor para todos, basado en la igualdad de derechos y la justicia social, el respeto de la diversidad cultural, la solidaridad internacional y la responsabilidad compartida, aspiraciones que constituyen aspectos fundamentales de nuestra humanidad común”

Este es un punto de partida importante. La concepción de pertenecer a una humanidad común, lleva a plantear un escenario distinto que implica ver al estudiante más allá del aula. Esto sugiere recoger elementos pertenecientes a la cotidianidad en la que están inmersos los niños, adolescentes y jóvenes, y conectarlos con un proyecto compartido con la humanidad. Para ello, la escuela con su equipo de educadores y directivos se convierte en mediadora del reconocimiento vital de sus estudiantes, a través de espacios donde los chicos hablan de lo que saben, expresan sus sentimientos, la manera cómo perciben su mundo y lo que les rodea; aquello que los aflige y motiva, es decir, el conocimiento de sí mismos.

En tal sentido, la escuela tiene una alta implicación en la comprensión y, por tanto, vivencia, reconocimiento y protección de los derechos de las personas. El respeto a la dignidad, diferencias personales, sociales y culturales de sus miembros. En un mundo común, cuyo rostro vulnerador de los derechos, es hoy, más visible que nunca. En la escuela, se hace la diferencia.

“¿Qué significa que la educación debe servir para vivir en un planeta bajo presión? Consiste en la adquisición de competencias básicas en materia de cultura, sobre la base del respeto y la igual dignidad, contribuyendo a forjar las dimensiones sociales, económicas y medioambientales del desarrollo sostenible”

Es reafirmar la visión humanista de la educación, como bien común y esencia. En ocasiones desdibujada por la preponderante visión mercantilista de la educación y dicotomías tradicionales entre lo cognitivo, lo emocional y ético, separados de la realidad cambiante.

Como adultos sabemos que no solo basta con que los estudiantes dominen unas habilidades matemáticas y de lenguaje básicas, además de ello, hoy es necesario reafirmar una serie de principios éticos fundamentales: el cuidado de la vida; el reconocimiento de la dignidad propia y de los otros; la valoración de planeta y recursos como finitos; el acceso respetuoso a los bienes de carácter público y privado; el reconocimiento respetuoso de la diversidad humana, entendida como las formas diversas del ser.

“La educación ocupa un lugar central en nuestros esfuerzos por adaptarnos al cambio y transformar el mundo en el que vivimos” Hacia allá pueden apuntar los esfuerzos que deben hacer de forma consciente las nuevas generaciones, y de los educadores cuando avanzan en su formación y crecimiento continuo.

Hoy más que nunca, se requiere el desarrollo de planes articulados en función de una paz sostenible, de la primacía en el cuidado y protección de la vida y, el respeto por el derecho propio y ajeno. El mundo está convulsionado: somos testigos mediáticos o no, de guerras, hambre, desastres ambientales, incertidumbre, desplazamientos, esclavitud humana, entre otros, por eso la educación debe germinar en las personas semillas que los conduzcan a ser capaces de afrontar este mundo sin miedo, con tenacidad y claridad transformadora.

Regresemos a darle una mirada a los cuatro pilares sobre la cual ha de estar sostenida la educación (Delors, 1996):

Twitter: @Yolicampos