Por: Carla Viviana Fernández Abril
Ad portas de las elecciones al Congreso de la República, el escenario parece no ser muy alentador; aún después de tanto cambio que parecía avecinarse con la firma de los Acuerdos de la Habana, las cosas no cambian. Por el contrario se evidencian cada vez más falencias en el sistema electoral, y en el quehacer político y ciudadano; la corrupción parece ser el pan de cada día y aún peor, los escándalos por ello parecen no ser remedio o castigo para aquellos en quienes incurren en tal delito, por el contrario, se observan candidatos que muy a pesar de sus fechorías en el ejercicio de su cargo, se vuelven al ruedo político y hasta parecen mártires.
De la misma manera, la lista de candidatos parece no cambiar, si no son los padres, entonces son los hijos, sobrinos o nietos de aquellos que aparentemente dejan el poder; bueno, no en su totalidad, ya que hay uno que otro personaje realmente nuevo que parece apostarle al cambio en la política tradicional, basta esperar a que dicho cambio no se quede solo en el discurso, sino que pueda materializarse cuando aquellos estén en sus respectivos cargos.
Entonces, el escenario parece quedar de la siguiente manera, grosso modo: un gran porcentaje de los candidatos repiten candidatura; aquellos que llegan “nuevos” en su mayoría obtendrán sus curules gracias a familiares que sin más ni más se las heredarán; otros tantos, gracias a la maquinaria y todo el andamiaje político estarán legislando en nombre de los colombianos; y, otros en menor porcentaje gracias al trabajo de base, con trabajo real, de persona a persona, lograran lo que es casi imposible lograr en Colombia: ganar una elección popular sin lechona, sin el billete de López Michelsen o de García Márquez, y sin la gran maquinaría política construida de generación en generación.
Basta esperar que estos últimos no se dejen contagiar de algunos de los vicios políticos que tanto aquejan la democracia en el país, y, entre otras cosas, sin importar por cuál medio ganaron, es deber del ciudadano en pleno ejercicio democrático, hacer veedurías a la gestión, son los próximos congresistas quienes deben rendir cuentas a los ciudadanos por quienes quedaron electos. De alguna forma, en gran medida, la culpa es del ciudadano, que no vota conciencia, que vota por el color de un partido, que vota por el que diga su caudillo, y quien no realiza un verdadero ejercicio democrático por ignorancia o por omisión.
Twitter:@Anto_Pierluigi