Es normal ver que la gente del común es muy poco compasiva ante los grandes flagelos que aquejan a nuestra sociedad. Si bien son varias las problemáticas, considero que la drogadicción es una de los peores. Es un tema tan serio y real como incomprendido y relegado. Serio y real por las consecuencias que trae no solo para el consumidor sino para toda su familia; incomprendido y relegado porque no se maneja de la manera correcta en el seno de las familias y no se le da la relevancia que merece, sino, casi siempre, hasta que ya es demasiado tarde.
Y es que para ver la magnitud del problema basta con echarle un vistazo rápido a las cifras. Según el Informe mundial sobre las drogas de la UNODC (Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito) 183 millones de personas consumen cannabis en el mundo, 35 millones opioides, 37 millones anfetaminas y estimulantes de venta con receta, 22 millones éxtasis, 18 millones opiáceos y 17 millones cocaína. El informe que la UNODC presenta ahora en 5 folletos muy completos (solo el primero disponible en español), revela que unas 250 millones de personas, alrededor del 5% de la población adulta mundial, consumieron drogas por lo menos una vez en 2015.
Preocupante es que unos 29,5 millones de esos consumidores, el 0,6% de la población adulta mundial padecen trastornos provocados por el uso de drogas. Como lo explica el informe, esto significa que su afición a las drogas los perjudica hasta el punto de sufrir drogodependencia y necesitar tratamiento.
Alerta también el informe que todavía queda mucho por hacer para enfrentarse a la cantidad de daños que produce el consumo de drogas en la salud, el desarrollo, la paz y la seguridad en todo el mundo. Hace énfasis en la necesidad de redoblar los esfuerzos por facilitar el acceso a servicios eficaces en materia de prevención tratamiento y atención a las personas que lo necesitan desesperadamente. Por ejemplo se necesita con urgencia acelerar la accesibilidad del tratamiento de la hepatitis C, enfermedad que trae consecuencias sanitarias mucho peores en los consumidores que las del VIH/SIDA.
Si bien las cifras son muy dicientes, algo que preocupa aún más son las conclusiones y reflexiones que nacen del informe. Recalca que la corrupción es el gran factor contribuyente de la delincuencia organizada, ya que a lo largo de toda la cadena de la oferta de las drogas ilícitas hay infinidad de oportunidades de caer en la corrupción. Es gravísimo para nuestro país, ya que la corrupción que es hermana de la oferta de drogas ilícitas, parece haber permeado por completo nuestras instituciones a tal punto que ya no nos sorprendemos ante las nuevas noticias sobre nuevos casos de carteles, como por ejemplo, el destapado cartel del SIDA en los últimos días.
El panorama no puede ser más oscuro que este. Mientras que organizaciones alrededor del mundo alertan sobre la necesidad imperiosa de redoblar esfuerzos en contra de la corrupción y la delincuencia organizada que facilitan la circulación de drogas ilícitas; en Colombia se descubre que los fondos a priori destinados a una tarea tan urgente como lo es la atención de personas que sufren del VIH/SIDA (adquirida en gran porcentaje por consumidores), están siendo desviados para fines personales de los mismos ladrones sin cura que tienen al país en una caída libre hacia la ruina.
Otra de las principales conclusiones del informe es que el consumo de drogas ilícitas debe entenderse como una situación social y sanitaria que requiere una prevención, un tratamiento y una atención continuados. (Aldo Lale-Demoz Director ejecutivo adjunto de UNODC). Shekhar Saxena, director del departamento de Salud Mental y Abuso de Sustancias de la OMS, dijo que los sistemas nacionales de atención sanitaria con frecuencia carecen de la capacidad de proporcionar un tratamiento y una atención eficaces a los consumidores de drogas.
Entonces no solo preocupa que los gobernantes no estén haciendo mucho por parar con urgencia los canales a través de los cuáles se mueve el comercio de las drogas ilícitas al no querer enfrentar y eliminar de raíz la corrupción; sino que también es un agravante, el que buscar una solución profunda y permanente no sea una iniciativa social para las administraciones públicas, sino que cada que hay un cambio de político ya sea en la presidencia o en las gobernaciones o las alcaldías, se acabe de golpe el plan anterior y se comience otro de cero, sin continuidad, sin balances, sin resultados y sin seguimiento consciente de entidades que estén en la capacidad de asegurar resultados a largo plazo.
Tenemos dirigentes, políticos y movimientos mucho más preocupados por los ceros a la derecha de sus gigantes sueldos (y de ahí en adelante todo lo que más pueden saquear), que por adquirir responsabilidades sociales y tareas para enfrentar problemáticas como el del consumo de drogas ilícitas. Al parecer lo que nos queda a la mano para contrarrestar este terrible flagelo, son las instituciones particulares dedicadas a la restauración de personas que han caído en los devastadores brazos de la droga.
Afortunadamente hay entidades que, dirigidas por personas que han logrado salir de ese mundo de la drogadicción, se dedican de forma férrea y responsable a tan noble labor. Si bien cuentan con cero apoyo económico de parte de las administraciones y algunas pocas ayudas en materia de capacitaciones y talleres; el trabajo hecho por algunas de estas organizaciones sin ánimo de lucro es loable y noble, y me parece que debería ser mucho más conocido y apoyado por todos aquellos que consideren este problema de las drogas uno de los más grandes de nuestro tiempos; aunque es bien sabido que como estamos acostumbrados en nuestra sociedad: cuando el problema no nos toca directamente, nos hacemos a un lado y esperamos a que otros ayuden, total, ojos que no ven…
Di por estos días con una fundación dedicada a recuperar personas con adicción a las drogas y al escuchar su lucha a brazo partido, sus carencias, sus situaciones difíciles, pero también sus objetivos, sus logros y sus resultados; quise voltear a mirar hacia ese costado y, a través de esta ventana, hacer conocer lo que hacen y, si es posible, crear conciencia acerca de esta problemática que, cuando toca una familia, la marca de por vida y la enfrenta a una realidad que aunque incómoda y difícil, está mucho más cercana y más al alcance de lo que parece.
En la siguiente entrega publicaré la entrevista que le hice al director de esta fundación, para comenzar en este largo recorrido al interior de vidas atropelladas por las drogas, que quieren restablecer su realidad, y salir al mundo recuperados y resplandecer.