En un país en el que estamos acostumbrados a tener a diario aterradoras noticias y bochornosos sucesos, parece que se va volviendo normal y cotidiano un método absolutamente reprochable de generar opinión: el que utiliza el dolor ajeno. Tal método es empleado por ciertos personajes que se van convirtiendo poco a poco en lo que yo llamaría los carroñeros políticos.
Dicha clase de carroñeros, son fáciles y simples de identificar, ya que viralizan de manera mediática y cosifican a toda costa el sufrimiento de las víctimas de ciertos acontecimientos, con simples fines y afanes políticos.
Ahora, vale precisar que los personajes de esta calaña están en todas las esquinas y orillas ideológicas. Por ello, en este diverso y plural grupo encajan personajes como el congresista del Centro Democrático Daniel Cabrales hasta el exalcalde de la ciudad de Bogotá, Gustavo Petro.
Por ejemplo, el señor Cabrales el año pasado horas después de ocurrida la triste tragedia de Mocoa- en la que fallecieron decenas de personas-, no escatimo señalamientos públicos en medio de la coyuntura para decir que la tragedia había sido ocasionada por una dinamita explosiva depositada por el grupo de las FARC-EP. Explicación sin fundamento para ese momento, pero sí bastante atractiva para llamar la atención de las cámaras y ganar adeptos entre ciertos nichos sociales.
Así mismo, un par de meses de haber tenido lugar la catástrofe de la capital de Putumayo, y justo después de darse un atentado terrorista en el Centro Comercial Andino, aparecieron de nuevo los carroñeros políticos. Una muestra de esto fue el señor, hoy aspirante a la Cámara de Representantes por Antioquia, Jaime Restrepo (más conocido como el “Patriota”), quien trato de enlodar el nombre de una joven francesa que hacia trabajo social en los barrios periféricos de la ciudad de Bogotá, con el objetivo de generar polémica y reconocimiento entre algunos de sus dogmáticos seguidores.
Y ni hablar de episodios recientes, como la reacción de la congresista María Fernanda Cabal con el atentado terrorista en la ciudad de Barranquilla, donde exponía los cuerpos de las víctimas como una especie de botín de guerra, con el amarillismo que le suele caracterizar para que el país hable de ella.
Pero como mencioné, estos carroñeros políticos no solo están en partidos y movimientos de extrema derecha, sino que también coexisten en los de centro-izquierda y extrema izquierda. Una muestra de ello es la reacción de la acusadora por excelencia de la esfera pública nacional, la senadora Claudia López, que antes de un abrir y cerrar de ojos ya estaba haciendo política en sus redes con la tragedia del puente de Chirajara.
Sin embargo, el escandaloso caso del puente de Chirajara, también le sirvió a figuras de la izquierda radical para hacer propaganda de cara a las elecciones de este 2018, como lo son el candidato presidencial Gustavo Petro y su ventrílocuo el concejal de Bogotá Hollman Morris, que al igual que la señora López, lo primero que hicieron luego de conocerse la muerte de varios obreros honestos y trabajadores, no escatimaron enfilar baterías para ganar adeptos entre sus partidarios a partir de las personas fallecidas y heridas.
En definitiva algunas personas influyentes de nuestra sociedad deberían evaluar seriamente la forma de generar opinión pública, debido a que es evidente su precario sentido de lo humano y la prudencia con el sufrimiento del otro. Esto no quiere decir que no se pueda expresar el malestar con los sucesos negativos que vivimos como nación, más bien es una invitación a reflexionar con qué fines e intenciones se hacen los juicios de valor relacionado con las víctimas y victimario que tenemos a diario.