Parte I
Llegué acá por mi sobrino Daniel quien a pesar de su corta edad ya conoció el mundo de las drogas. Cuando una persona entra por los caminos oscuros del consumo, no solo su vida, sino la de todo su entorno familiar más cercano sufre una serie de cambios muy bruscos en todo sentido.
Estuve por primera vez en la Fundación Resplandecer el pasado 24 de diciembre, primera visita permitida para mi sobrino luego de poco más de un mes de haber llegado a internarse. Una casona de 3 plantas con espaciosas estancias, con dormitorios aquí y allá, una sala de estar justo al final del pasillo de entrada, al lado de la oficina principal. Luego de la cocina y al fondo, hay unas escaleras que llevan al segundo piso, este último con más habitaciones con camarotes. El tercer piso hace las veces de auditorio principal, detrás del cual está ubicada la zona de máquinas para hacer ejercicio; otro baño y la baranda que hace las veces de tendedero completan el escenario. Todo esto en una de las dos sedes que conforman la fundación.
Jóvenes, adultos y algunos otros que me parecen niños, todos expectantes, pendientes de los que acabamos de entrar. Nos miran ansiosos, tal vez esperando ver en nuestras caras a sus familiares, o acaso siempre tengan la misma reacción cuando alguien llega.
Han pasado casi dos meses desde esa primera visita y ahora me encuentro sentado en la oficina a punto de comenzar a entrevistar al director de la Fundación Resplandecer, Wilson Pérez. Está sentado en su silla de director, los brazos apoyados en los descansabrazos y los dedos cruzados de las dos manos. Se me antoja muy joven para la responsabilidad que ha adquirido, pero a juzgar por su labor y por la institución que dirige, no caben dudas de su gran corazón, su entereza, valentía y carácter.
Enciendo el grabador de voz en mi teléfono, alisto mi libreta de apuntes y le manifiesto que quiero empezar por conocerlo un poco, quién es y cómo llegó acá.
-Wilson Pérez es una persona sencilla, tranquila y una persona que ama a Dios y vive los planes y los proyectos de Dios; para mí eso es lo más importante. Tengo 38 años de los cuales 28 los viví sin conocer a Dios. Desde los 11 años empecé a tomar, pasé a enredarme en temas de sexualidad a muy corta edad, a las 17 años fui papá. Con una vida tan desorganizada, pronto llegué al mundo de las drogas. El proceso siempre va de menor a mayor. Lo primero fue el cigarrillo el alcohol y la fiesta, para continuar con la marihuana, la cocaína, las mezclas, las pepas, etc., al punto de terminar sumido en la delincuencia. Llegué incluso a robar en una moto que tenía por ese entonces, totalmente drogado, casi siempre, con cocaína. Cada día, mes o año que pasaba de mi vida estaba peor. Pero a los 28 años la vida me dio un giro total. Me invitaron a una iglesia cristiana, en donde conocí a Dios, pero no estoy hablando de una religión, estoy hablando de una persona. Fui católico mucho tiempo y lo único que hacía era una cantidad de rituales y tradiciones que había aprendido de nuestra cultura colombiana y que me habían enseñado mis padres. Yo seguía todo al pie de la letra, pero no conocía a Jesús. En esa iglesia cristiana lo encontré y él se encargó de limpiar por completo mi vida. Cuando lo conocí, me enamoré de él y comencé a vivir para él y llevar una vida como lo enseña la biblia, la palabra de Dios. Cuando lo conocí, su amor llenó tanto mi corazón que no necesité más de las drogas, ni de las mujeres ni de nada más. Encontré un sentido de vida real y una vida nueva y sana; él fue quien me cambió la vida. Desde los 28 años hasta acá, dejé todas las cosas malas y empecé a seguir el plan de Dios y se convirtió en un objetivo para mí, que a ese Dios que conocí yo, lo conocieran otras personas. Lo primero que hice fue subirme a los buses, decía que no iba a pedir plata, que iba a compartir una palabra de Dios y predicaba el evangelio. Algunos lo recibían de muy buena manera, incluso lloraban, otros simplemente no lo recibían. Luego empecé a ir a los hospitales en donde oraba por la gente y se sanaban. Fui a la calle del cartucho por 4 años, a las 7 am todos los domingos, llevaba desayuno, ayudaba a los drogadictos a salir de la indigencia internándolos en fundaciones. Iba a varias fundaciones a hablar de Jesús y la nueva vida, lo hacía también en la calle a muchas personas. Estudié Teología y comencé a predicar en iglesias.
Josué Martínez: ¿Cuándo y cómo surgió la idea de tener un centro de rehabilitación?
Wilson Pérez: Más o menos a los 34 años era pastor de jóvenes en una iglesia en el barrio Carvajal, llevaba 2 años y medio en esa labor y Dios me habló. Me dijo que abriera una fundación para ayudar a personas que tuvieran problemas de adicciones y que les mostrara el camino, la verdad y la vida. Después de recibir confirmación, puse manos a la obra. Una mañana mientras estaba orando, Dios me comenzó a dictar todo lo que hoy es Fundación Resplandecer; me paré, tomé una agenda y empecé a escribir. Ese día me dio hasta un versículo de la Biblia que sería base de la fundación; y supe que haríamos que muchachos que habían caído en las tinieblas de la drogadicción, salieran de allí y resplandecieran. También me habló sobre la forma en que iba a estructurar el proceso por el que iban a pasar los muchachos de la fundación.
Los pasos físicos para arrancar con la fundación.
JM: ¿Cómo se convirtió en realidad ese proyecto?
WP: El primer paso que dimos para comenzar la fundación fue legalizarla. Fuimos a la Cámara de Comercio para saber si podíamos usar el nombre de Fundación Resplandecer. Luego de eso procedimos a realizar los estatutos y las actas para el registro de la fundación. Empezamos a averiguar casas en donde arrancaríamos. Encontramos un lugar apropiado, a buen precio y la tomamos en arriendo. Un conocido de un amigo necesitaba ayuda con el tema de la drogadicción y así tuvimos nuestro primer interno. Fue un paso a paso, la fundación se fue dando a conocer, mandamos a hacer volantes y por medio del voz a voz, más personas nos fueron conociendo.
JM: ¿Cómo está conformado ese proceso?
WP: Tenemos un ciclo de operaciones ordenado llamado Hombres de conquista, que consta de 6 programas de ayuda: espiritual, pedagógico, psicológico, musical-artístico, físico-deportivo y médico-odontológico que se trabaja durante 9 meses. No es por casualidad que sean 9 meses, ese es el tiempo que le tome a un bebé formarse en el vientre de la madre y de la misma forma, las personas que entran en la fundación, permanecen 9 meses en un sitio donde son formados, equipados, restaurados y puedan salir de nuevo a la luz, pero a hacer las cosas de una manera diferente y por sobre todo, conociendo a Dios.
JM: ¿Cuál es la ayuda que recibe la fundación de parte del Distrito y qué relación hay entre la Alcaldía y una fundación como Resplandecer?
WP: La fundación se comienza a conocer cada vez más y yo empiezo a tocar puertas, entre ellas la de la Alcaldía. Ellos hacen una visita para saber que es real todo lo que se hace en la fundación y verificar que se estén llevando a cabo los programas y empiezan a hacer un seguimiento pequeño acerca del trabajo que acá se realiza. El trabajo que se realiza en la Fundación Resplandecer ha gustado mucho a la Alcaldía, nos han catalogado como una de las mejores fundaciones de Bogotá, incluso, en la Línea Psicoactiva de la Secretaría Distrital de Salud, aparecemos como una de las más recomendadas para atender casos graves de drogadicción. Adicional a eso de la Alcaldía envían personal del IDRD para actividades deportivas, envían personas también a dictar charlas sobre el medio ambiente, sexualidad; envían odontólogos a atender situaciones urgentes, etc. La fundación ha tenido la posibilidad también de estar en ferias en las que participan otras organizaciones y de esa forma se le ha aportado también a la comunidad. No recibimos ningún apoyo económico, sin embargo en términos generales la Alcaldía ha sido un buen apoyo para nosotros.
Hablando ya del tema puntual de la drogadicción.
JM: ¿Cree usted que en nuestra sociedad, no se trata de forma correcta esta problemática?
–La drogadicción se convirtió para los jóvenes de nuestra sociedad en una moda y está inundando toda Bogotá y toda Colombia. Las personas del común tienen un concepto errado de las drogas porque no conocen las drogas. Entonces piensan que todo drogadicto es delincuente, que todo drogadicto es violador, que todo drogadicto es de lo peor, pero no es así. Aunque sí hay drogadictos delincuentes y violadores, no todos los drogadictos son delincuentes y violadores. Encontramos drogadictos en altos estratos de la sociedad, he atendido personas drogadictas de estrato 6, que me han llamado, me han consultado, me han invitado a sus pen house para que les ayude para salir de la problemática; tampoco es un tema de estrato. Lo que se conoce a nivel general en Colombia de las drogas es muy básico. No se entiende o dimensiona la variedad de drogas que existen, comenzando por las drogas sociales o lícitas como el alcohol o el cigarrillo, que aunque aceptadas por la sociedad, no dejan de ser drogas. Las drogas son sustancias que causan un efecto narcótico, alucinógeno, estimulante y deprimente a las personas que las consumen y es justo lo que hace el alcohol, pero como es lícito, no se ve como una droga. El alcohol es la droga que más daña familias en nuestra sociedad, que más produce divorcios o infidelidades además de causar violencia intrafamiliar y ni hablar de las víctimas que cobra por los accidentes de tránsito. Después están las drogas ilícitas, opio, marihuana, cocaína, cripi, Popper, heroína, dick, los ácidos, el bóxer, etc. Hay gente dedicada a procesar sustancias en laboratorios para probar su alcance narcótico alucinógeno en las personas, ponerle un nombre y empezar a comercializarlo. Son cosas preocupantes que están pasando y de las que gente del común no se entera. Solo se piensa en que la gente drogadicta se droga y ya, pero hay muchas cosas para tener en cuenta. Llegan con regularidad nuevas drogas a nuestros países, drogas como la Krokodil que pudre la piel, y es altamente adictiva.
Continuará…