Para algunos es el peor de los sistemas de gobierno, para otros el mejor entre aquellos que se han probado a lo largo de la humanidad; pero al fin y al cabo el actual modelo de decisión colectiva de nuestra sociedad.
Durante ya largos años, los hombres nos hemos cuestionado acerca de cuál debe ser la mejor manera de elegir a nuestros gobernantes, disolviendo esta duda en la democracia como el gobierno de las mayorías. Pero cada vez que se aproxima una elección, incrementa el nerviosismo debido a los altos índices de vulnerabilidad a que está expuesto el sistema.
Pues durante los comicios de este fin de semana pasó lo que muchos nos temíamos, la democracia se hizo aguas en las manos de los colombianos y frente a todos nosotros pasó una cortina que empañó el resultado de la elección democrática.
Según la Misión de Observación Electoral, MOE, se presentaron contratiempos. En el 24% de las mesas no se encontraba completo el jurado de votación, sumado a esto se reportaron 550 irregularidades y delitos electorales, tales como: compra-venta de votos, la no instalación de varios puestos de votación, el proselitismo político de algunos testigos electorales.
Pero sin duda lo que rebozó la copa fue la falta de tarjetones para la consulta por Colombia y la folclórica solución del Registrador de fotocopiar los tarjetones, a todas estas, ¿el Registrador va a entregar su carta de renuncia en original o en fotocopia? Porque si le queda algo de decencia lo tiene que hacer.
Es que si alguien ha vulnerado el derecho al voto del pueblo colombiano es el Registrador Nacional del Estado Civil, Juan Carlos Galindo. ¿Quién ya hizo la cuenta de cuantos colombianos dejaron de votar la Gran Consulta por Colombia en las casi cinco horas que no hubo tarjetones en algunos puestos de votación? Y luego sale el doctor Galindo con la excusa que el problema no fue de él sino del Ministro de Hacienda, que no le giró los recursos necesarios, díganos, entonces por qué no renunció en ese momento que no le brindaron las herramientas necesarias para ejercer su labor.
Y no podemos cerrar esta denuncia sin poner de presente algo que ha pasado desapercibido ante los ojos de la mayoría de los colombianos: ¿ya notaron que el mayor elector del país no puso un senador, ni un representante, ni un aspirante presidencial? Así es, tal como lo leen, el voto en blanco, los votos nulos y los no marcados superaron la cifra de los tres millones de votos.
Que alguien nos explique como es que un ciudadano sale de su casa un domingo, soporta las dificultades para llegar hasta su puesto de votación, hace la respectiva fila y al final cuando tiene el tarjetón en la mano, decide no hacerle ni un rayón y depositarlo de tal manera dentro de la urna. A mí cuéntenme mejor una de vaqueros.