En algunas encuestas presidenciales, ha llamado la atención un asunto, y es que en varias de ellas figura Gustavo Petro con posiciones importantes. Si bien, hay que recalcar que las encuestas son solo una muestra de múltiples realidades y que las mismas están sujetas a diversos intereses y manipulaciones, es oportuno entrar en detalles sobre el candidato de la “Coalición Petro presidente”.
Lo primero que se debe decir, y en honor a la verdad, es que Petro como congresista dio algunos debates que ayudaron a ahondar en problemáticas como, por ejemplo, el paramilitarismo y ciertas confabulaciones macabras del Estado.
Pero al mirar otros temas de su desempeño en la vida pública, quedan en evidencia muchos sinsabores. Claramente, según él, todo lo que se diga y se escriba y que no esté acorde a sus intereses son estrategias de las mafias oligarcas o acciones sucias de sus contradictores políticos. En realidad hay pruebas fidedignas que su vida pública ha estado cargada de utopías e incoherencias.
Empecemos con su formación académica, de la cual mintió durante años, porque en varias de sus descripciones figuraba con varios posgrados, entre ellos un Ph. D. Es decir, Petro se jactaba de ser doctor, algo que es totalmente falso, como queda evidenciado en la nota del periodista Melquisedec Torres “Los tres títulos falsos de Gustavo Petro”.
Ahora, hay algo que inquieta bastante, su silencio complaciente con la tiranía del régimen venezolano, régimen que es la herencia de su gran amigo Hugo Chávez. Los ciudadanos deben recordar que uno de los que asesoró a Chávez en la construcción del modelo venezolano fue Gustavo Petro. Esto es evidencia que Petro no puede negar su responsabilidad con que nuestros vecinos vivan en un casi estado fallido.
Es importante que las autoridades colombianas investiguen un hipotético apoyo a nivel político y económico del actual gobierno venezolano hacia la campaña de Gustavo Petro. Esto ya ha sido alertado por personas como Mauricio Vargas, que recientemente relató cómo algunos supuestos financiadores de la campaña presidencial de Petro han estado relacionados con Nicolás Maduro y su antecesor Hugo Chávez.
Por otro lado, hay que hacer memoria sobre lo caótico y mal administrador que fue Petro mientras estuvo a cargo de la alcaldía de la ciudad de Bogotá. En su pésimo paso como burgomaestre, dejó un sin número de propuestas inconclusas y una ciudad polarizada. La Veeduría Distrital de Bogotá confirmó que de todo lo que le prometió a los bogotanos solo cumplió con el 57% – y eso que este porcentaje también fue bien relativo-. Ni mencionar que en su cuatrienio pese a que el Concejo Distrital aprobó más de 50 billones de pesos, solo ejecutó 30.
Luego de Petro ser alcalde, las personas que vivimos en la ciudad nos quedamos esperando la construcción del metro, el Transmilenio por la Boyacá, sus 1000 jardines infantiles y 100 colegios nuevos, las 2 sedes de la Universidad Distrital, la creación del Instituto Distrital de Oncología, los 6 parques de reciclaje, la reconstrucción de la Caracas y la Autonorte, por mencionar algunas promesas inclusas.
Ahora bien, en esta misma línea de propuestas irresueltas, es adecuado advertir a los colombianos que el programa de gobierno de Petro como candidato presidencial, está cargado de “buenas” intenciones que resultan siendo un grupo de incógnitas y falacias en su mayoría irrealizables.
En dicho programa es claro que no hay cifras alrededor de lo que él propone como economías de paz, no sé sabe de dónde saldrán los recursos para que un millón de jóvenes entren de forma gratuita a la educación superior, no tiene propuestas serias para su promesa de control a la expansión urbana, no dice cómo hará realidad los emprendimientos individuales y colectivos que promulga, tampoco menciona que harán las familias cuando acabe con los contratos de extracción de carbón, no es preciso acerca de las herramientas para ejercer el control ambiental que describe, no da una sola estrategia para combatir la corrupción, no establece de qué manera se materializara su propuesta de pensión contributiva básica y obligatoria, entre otras interrogantes que deja su decálogo programático- que más parece un recetario populista-.
En últimas, veo a Petro como el candidato fantasma a la presidencia, por múltiples razones. Entre ellas destaco que no veo su postura frente al caos venezolano, no veo algunos de sus supuestos títulos académicos, no veo la eficiencia ni los resultados en la alcaldía de Bogotá y actualmente no veo que le ofrezca nada concreto al país en caso de llegar a ser elegido presidente.