Por Cristian Torres Rodríguez

Cada año Colombia celebra más de 700 ferias y fiestas en todo su territorio nacional, las gentes de cada región toman aviones e insoportables atascos de tráfico para llegar a las grandes ciudades o pequeños municipios y disfrutar de los carnavales de cada pueblo. Entre el jolgorio, vacían botellas de licor, bailan entre sí, hacen uso indiscriminado de las redes sociales para despertar la envidia de los amargados y hasta se endeudan con la excusa de la búsqueda de la felicidad, en este país que se mueve entre la pasión y la tragedia en cuestión de segundos, en fin, dicen divertirse.

Un ejemplo de ello, es el recién culminado ‘Festival de la Leyenda Vallenata’ que en su edición 51 otra vez atiborró la ‘Plaza de Francisco El Hombre’ en Valledupar. ¡Tan lleno estaba que las fotos de los testigos indicaban que no cabía un acordeón! Pero sí hubo cupo para ‘Ricky Martin’ y ‘J Balvin’ y por supuesto, el homenajeado Carlos Vives, tal vez el imitador de vallenatos más célebre de la historia de la música popular en Colombia, ¡todo un genio!

Ahora así son las fiestas, las músicas se debaten en esta nueva era con incapacidad de producir y preservar los ritmos autóctonos, pues lo de hoy es meterle pop y la misma pista de reguetón que se multiplica entre las canciones de todos los nuevos artistas comerciales. El vallenato se acabó, la cultura se transformó y la autenticidad se perdió. Es el fin de los juglares.

Decía Alfredo Gutiérrez, el mítico ‘monstruo del acordeón’ en el bellísimo documental de ‘Los 14 Cañonazos’ que pasan los diciembres en televisión abierta “¿Usted cree que un reguetón va a sonar en 20 años?” … Todo ahora es así, efímero y vacío como una historia de Instagram. Mejor dicho, en el género musical más colombiano de todos, aquel que inspiró a Gabriel García Márquez para escribir ese vallenato de 450 páginas que se llama ‘Cien Años de Soledad’ está muerto como ‘Joselito Carnaval’, ¿resucitará?

A propósito, sobre el ‘Carnaval de Barranquilla’, ponga atención a algunos de los más recientes ilustres visitantes. El ‘Rey Momo’ ya no bailó música tropical, ahora le tocó al ritmo de ‘J Balvin’ y Silvestre Dangond, asimismo ocurrió en la afamada Feria de Cali, donde ¿adivinen quién se presentó? ¡‘J Balvin’, Carlos Vives y Wisin! ¡Pura salsa! Ni qué decir de la Feria de Manizales, la novedad de ¡Silvestre Dangond y Wisin!, en fin, así ocurre con las grandes fiestas de los colombianos, donde ya no hay diferencia en medio de la cultura transgredida. Da lo mismo estar en una ciudad u otra, la fiesta es la misma.

Es el fin del patrimonio de uno de los países más felices del mundo, sus fiestas. Fenómeno que también se replica en los municipios pequeños sin importar si son costeños, andinos o pacíficos, donde ahora gobierna la música popular de cantina, género que también secuestró a la cultura original de las regiones, donde los émulos cantan a grito herido con pasión de ‘reguetonero’ y cuyas letras solo incitan a golpear y violar mujeres en toda su integralidad.

¡Esperen para las próximas fiestas!, no importan donde sean, los secretarios de cultura ya deben estar llamando a Víctor Manuelle y Farruko, para que ustedes bailen ‘amarte duro’ “como la coca ‘e Medallo”, ¡Güepa!

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Trino: ¡Golazo de James!, al único que no le sirve es a Zidane, ¡James señor y crack!…

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