Por: Ana gardeazabal
«Hoy escribo esto por todos quienes no quieren o no pueden hablar de ello»
La semana pasada vi con impotencia la condena de cinco hombres que violaron, humillaron y torturaron en 2016 a una joven de 18 años en las fiestas San Fermín en España, ¿solo nueve años de cárcel? ¡Solo nueve años! Hoy escribo del tema de violación y acoso -que son dos cosas distintas- con un nudo en la garganta porque es un tema que me toca muy de cerca, pero mantengo la firme convicción de que puedo aportar con alguna reflexión.
En primer lugar, no se trata de que vivamos en un mundo machista o feminista, la violación y el acoso puede tener de víctima a cualquier persona independientemente de si eres hombre o mujer. En una universidad muy prestigiosa de Colombia un profesor con un cargo alto decide que los alumnos que «se comporten bien con él» – teniendo en cuenta lo que “comportarse bien” significa dentro de este contexto- tendrán unas prebendas que ningún otro alumno tendrá, adicionalmente este profesor, acreedor del poder más alto de esa facultad, se cree con el derecho y hasta cierto punto ve la necesidad de amenazar a estos jóvenes con que no se podrían graduar o con perder alguna materia, incluso con ser expulsados de la universidad, si no accedían a lo que este profesor quería, esto sucede ante los ojos de todo el mundo, nadie hace nada. Esto se llama acoso y va más allá de cuestionarnos si los protagonistas le recibieron o no las prebendas. Una persona que aprovecha su posición de poder para chantajear a sus subalternos y satisfacer sus deseos sexuales o necesidades afectivas es un acosador, punto final. Hoy, el acosador ya no se encuentra en esta universidad sin embargo sigue su vida como si nada hubiera pasado, las víctimas aún no hablan del tema lo cual es entendible y respetable. Y como él hay miles de acosadores en las universidades, en los colegios y en los trabajos.
Por otro lado, está la violación, un delito indignante, la violación en mi concepto es un crimen porque aunque no eres asesinado físicamente, eres asesinado mentalmente, es una muerte en vida con secuelas para siempre. Generalmente, los casos de violación no suceden ante los ojos de todo el mundo, solo es la víctima y el victimario, que puede ser un amigo, un familiar o un desconocido. Solo las víctimas entenderán lo que significa pasar por una situación como esa. A cinco tipos en España acusados de violar, humillar y torturar a una joven les dieron solo 9 años, otros por el contrario siguen en la calle como si nada hubiera pasado, a otros les dieron 39 años, a otros 16, a otros 25 y otros solo esperan salir de la cárcel para seguir cometiendo este delito con víctimas inocentes, sin embargo, ninguna condena, así fuera cadena perpetua, podría jamás reparar el daño irreparable de una violación o incluso de un acoso.
En los dos casos tanto de violación como de acoso la afectación mental supera del todo a la afectación física, las secuelas son psicológicas, las víctimas son ultrajadas mentalmente, unas con unas heridas más profundas que otras, pero muchas veces la consecuencia de esto es una autoestima completamente destruida, ideas suicidas, culpabilizarse a sí mismas, sentir soledad e impotencia de no poder devolver el tiempo y haber evitado cualquier situación, de no haber aceptado. Y quisiera yo también devolver el tiempo por todas esas personas que han sido víctimas pero lamentablemente no se puede cambiar la realidad, hoy creo que la única manera de que las víctimas cambien su realidad y vivan de nuevo es perdonar, el victimario podrá haber hecho con su cuerpo o con su mente lo que hubiera querido pero nunca con su alma, ni con su corazón, ni con lo que estás personas son. Todos quisiéramos que los victimarios recibieran lo que se merecen que se traduce en condenas de muchos años de prisión, todos esperamos que estos delitos no queden en la impunidad, sin embargo aunque los victimarios recibieran mil años de prisión eso no devolvería la sanidad mental y espiritual de la víctima, por eso, no el único camino pero si el más efectivo que puede devolverle la sanidad a esas personas, es un proceso tan difícil como personal llamado: perdón.