Por: Valeria Restrepo
Luego del resultado de la primera vuelta, no me queda muy claro qué pasó primero en el país: ¿las elecciones fueron el resultado de las encuestas o las encuestas predijeron el resultado? Cabe reconocer lo muy equivocados que estábamos al pensar que las encuestadoras estaban mostrando resultados acomodados o que tendría lugar la tendencia de resultados contrarios a estas. Por otra parte, los ganadores responderían quizás que las encuestas predijeron el resultado, claro está que no querrán quitarse una parte del merito del triunfo. Sin embargo, las encuestas sí desviaron en gran medida los apoyos. Primero el de una parte de la manoseada maquinaria del gallo que a mitad de camino prefirió apoyar al pollo. Y segundo, el apoyo de una significativa parte de la población que despertó ante la posibilidad de que las encuestas estuvieran en lo correcto y decidió votar entre el pasado y el fracaso por la educación y la paz.
Por otro lado, ¿las campañas hicieron uso de las redes sociales para persuadir al electorado o nos persuadieron para que participáramos en las redes? En mi opinión la política en Colombia sigue siendo más efectiva a través del contacto físico, puesto que falta para que la interacción virtual permita ganar nuevos votos. Si bien medios de comunicación como Facebook al permitir la difusión masiva y segmentada de contenido funciona principalmente, a mi parecer, igual que Twitter para la consolidación del voto y no generan mayor influencia en el voto indeciso o apolítico a diferencia de las practicas tradicionales como el puerta a puerta, el discurso en vivo, la reunión en la sede e inclusive la radio.
Encontramos entonces que los participantes activos en las redes de los candidatos son de dos tipos: el elector convencido que expresa su apoyo y el elector del adversario que ataca y debate. De este modo las redes sociales contemporáneas permiten más bien un posicionamiento del candidato frente a los demás bajo la defensa del voto, por que no hubo nada que acelerará más la participación en redes que un debate o un ataque directo, ahí si los grupos y cadenas de whatsapp hicieron la tarea invitando a participar. Distinto al efecto que sí tuvieron por ejemplo los validadores de las campañas -pieza fundamental en la victoria de la derecha- y la apelación a emociones en plaza pública -fortaleza de la izquierda-.
Además no me queda claro si fuimos a votar indignados o quedamos indignados con la votación. Independientemente de quien sea mi candidato o el suyo, la indignación fue un factor fundamental en estas elecciones tanto en el periodo de campaña como al conocer el resultado del Día E. Un sistema político desprestigiado donde los partidos y las instituciones no generan el más mínimo sentido de pertenencia en la ciudadanía -con excepción de uno de gran corazón- llevó a que el apoyo de estos a los candidatos no sumara y por el contrario restara al momento de ser utilizado cómo muestra solida de la candidatura.
Además, la indignación generada por la gestión de actuales representantes de los partidos dividió al país en el resultado obtenido, participando también en la disminución histórica del abstencionismo participando más del 50% del potencial electoral. Aunado a ello el rechazo al actual gobierno, que mal que bien ha aportado a la historia del país, llevó a que la mayoría de los ciudadanos escogiera una forma de gobernar emotiva ya usada pero bien posicionada y unos “outsider” de la política tradicional que personalizan el descontento de un país cansado de no ver resultados.
En todo caso, todo a llevado ha todo o mas bien a nada. Queda esperar que la democracia en Colombia priorice la razón sobre las emociones y que la convicción arrastre la elección para no terminar culpando a las opciones en vez de las decisiones.