Tomando el pegajoso “nuevo” himno de la Selección Colombia como referente, compuesto por «Bomby» (artista de Medellín), quien a propósito ha sido afectado por la violencia en las comunas, expresó una gran tristeza por lo que ha venido sucediendo y seguirá ocurriendo con nuestros líderes sociales, una vocación que al parecer se ha convertido en una ocupación letal: por eso, no estamos melos. Y no lo estamos, porque nunca hemos empezado o nunca nos han preparado para sentir el dolor ajeno.
En épocas escolares, recuerdo haber tenido la oportunidad de compartir con un muchachito que se perfilaba como un líder social. En ese entonces cursaba mi bachillerato en un colegio ubicado al suroccidente de Bogotá. Julián Gil, como se llamaba, desde temprana edad estuvo preocupado por temas ambientales, sociales y económicos. A mi parecer no eran de nuestro afán diario, pues nuestras vidas se iban entre tareas, diversión y, por supuesto, el bendito fútbol: cortejos escolares que le ganaban a la práctica de otros deportes.
Y aunque Julián compartía también este diario vivir, fue un visionario social, siendo parte activa de semilleros de investigación o grupos de apoyo y trabajo social. Por eso, siempre fue el bicho raro.
Transpiraba temas “mamertos” para la época (que es como le llaman despectivamente a aquellos que tienen una alta conciencia socioambiental). Hoy, después de casi 18 años, entiendo las preocupaciones de Juli, quien desde el 6 de junio del año en curso fue privado de la libertad, convirtiéndose en otro falso positivo judicial, de los 52 líderes que han sido judicializados y que han hecho parte activa del Congreso de los Pueblos (http://www.congresodelospueblos.org/nuestrahistoria/).
¿Que como así que como así que cómo fue?
(Cali flow latino).
Según El Tiempo, con su infografía titulada” El mapa de la vergüenza”, desde la implementación de los acuerdos de paz han sido asesinados 217 líderes sociales en el país; una cifra espelúznate y vergonzosa para un país que se declara orgullosa y abiertamente democrático, sin contar los falsos positivos judiciales, como el de Juli. Esto evidencia la falta de compromiso por parte del Estado para ponerle freno a un fenómeno que no se forma de casos aislados, y que, por tanto, ya tiene tintes de masacre, detrás de la cual han cual han participado entes políticos y empresariales que financian en la explotación de hidrocarburos, deforestación, expropiación de tierras y, por supuesto, la corrupción que se extiende a lo largo de las cordilleras y ríos de nuestra amada Locombia.
¨No importa lo que digan, estamos bien melos¨
(Bomby)
La tergiversación, la ridiculización y la desinformación frente a aquellos líderes que han actuado en defensa de sus derechos ambientales y sociales, ha sido el principal aliado de este tipo de organizaciones criminales, y es por eso que la manera más efectiva de combatir pacíficamente, como personas del siglo XXI y seres racionales, es adquiriendo información veraz de lo que sucede día a día, para así tener una posición política y de opinión pública de quienes son parte del cáncer que no solo mata a líderes sociales, sino que además (y no menos grave) permite la contaminación de nuestros bancos de agua dulce, la deforestación y extinción de especies, sino también agrieta y extingue los sueños de un país mejor, el cual nuestros líderes sociales activamente defienden y construyen segundo a segundo, al punto de pagarlo con el precio más alto: sus vidas.
Y, hoy más que nunca, es un llamado urgente, social, moral y ético, el rodearlos. No sobra recordar la importancia de la votación “siete veces sí” en la Consulta Anticorrupción, que además de ser un gran paso contra este flagelo, pondrá en la palestra pública algo que deberá interesar a todo el país.
¨Hermanos, hay que ponerse en la onda de transformar el país, de cambiarlo¨ Jaime Garzón.