Por: Yolima Gómez

¿Quién es un líder social? ¿Por qué su importancia para una comunidad y un país? ¿Su desaparición y muerte, cómo afectan el desarrollo de un colectivo y de una nación? Son tres preguntas básicas y fundamentales que orientarán este escrito producto de una reflexión meramente personal.

“Tengo que gritar, tengo que arriesgar, ¡ay de mí si no lo hago! Cómo escapar de ti, cómo no hablar, si tu voz me quema adentro”, es el trozo de una canción inspirada en el llamado de Dios al Profeta Jeremías. Expone muy bien lo que es un líder social o defensor de los derechos humanos quien de manera natural es conducido por una fuerza interior capaz de gritar y hacer lo que muchos desearíamos hacer, pero que callamos por miedo o simplemente para no incomodarnos. Es el grito explosivo, angustiado, exacerbado, acompañado de un estilo de vida, revelador de las verdades detrás de las mentiras que generan injusticias, corrupción, vulneración sistemática a los derechos de las comunidades históricamente marginadas.

Los líderes sociales surgen con sus luchas, inspiradas y nutridas en los permanentes y normalizados escenarios de dolor de pueblo, de llanto inconsolable por la vulneración de la dignidad compartida, el olvido social y estatal, la creciente desnutrición, el mal servicio de salud, la contaminación de los ríos, la explotación desmedida de los recursos naturales, entre otros. Son impulsados enérgicamente por una fuerza interior que les impide callar, porque no están diseñados para el silencio.

Son estrellas que se alzan con un brillo distinto, cuya luz quieren cegar, simple y llanamente porque su voz en el oído de muchos es fuerza que despierta y arrasa, convirtiéndose en el mayor de los enemigos para las oscuras fuerzas que se debaten por hambre de poder, riqueza y señorío.

El proyecto de vida de un líder social, no es personal, es colectivo. Su bienestar personal inicia cuando su comunidad logra la felicidad colectiva. Hacen parte del grupo selecto de aquellos que optaron desde su plena libertad a vivir en la ética de los máximos de la que habla Adela Cortina, es decir, trabajan en función de la felicidad, del sentido de vida de las personas y los grupos, donde deben hacerse viables los mínimos compartidos, es decir, los derechos humanos, la autonomía, la igualdad, la justicia, la solidaridad.

Cuando una Nación, un Estado deja de rodear a sus líderes sociales, y algunos de sus miembros los juzga, los estigmatiza, los olvida, condena a una comunidad nacional al atraso en su propia historia de lucha. Además, deslegitima su propia democracia. Se entierra la capacidad de soñar, transformar y reconstruir un país en colectivo. De nada sirven las luchas individuales, si las colectivas son despreciadas, estigmatizadas.

Tal vez son la debilidad de nuestra identidad y la fragilidad de nuestra memoria colectiva las que más eliminan líderes sociales. Como ciudadanos nos hace frágiles. Ensombrece nuestra historia, nos pone a merced de los enemigos.

Desde la opinión pública, no permitamos que nos obliguen a ver el panorama desde los espejos rotos, pues empañan la posibilidad de ver la luz. El fenómeno del asesinato de líderes sociales y de derechos humanos es superable. Se necesita voluntad política, social, pensar en colectivo como ciudadanos, no permitir que nos quiten la memoria.

Cierro invitándolos a leer del Programa Somos Defensores: “Piedra en el Zapato” Informe Anual 2017 Sistema de información sobre agresiones contra defensores y defensoras de DD.HH en Colombia. En particular, las pistas que deja el documento para hacerle frente a la problemática y detenerla. Resalto tres elementos aportantes del documento:

Se reconocen los esfuerzos normativos y políticos del Gobierno Nacional para enfrentar la situación crítica de agresión a estos activistas; sin embargo, sigue siendo evidente la descoordinación institucional para implementarlos y las distintas lecturas de altos funcionarios, incluso contradictorias, en relación a la sistematicidad y causas detrás de ellas, no contribuye a dar respuestas efectivas para la prevención, protección e investigación de los homicidios.

Se espera que la robusta normatividad que fluye por las oficinas jurídicas de las instituciones gubernamentales y estatales relacionadas con la prevención, protección y garantías para el ejercicio de defensa de los derechos humanos, se lleven a la práctica y deje de ser letra muerta.

Al irse cerrando la conflictividad armada en Colombia, que a la postre impedía ver otros serios conflictos territoriales que hoy se van develando, sin duda alguna los defensores y defensoras de DDHH de zonas rurales o con vínculos rurales, se convierten en una PIEDRA EN EL ZAPATO para quienes ostentan el poder real, pues ven en estos activistas sus 99 Informe Anual 2017 – Piedra en el zapato más enconados enemigos para la búsqueda de sus intereses particulares y control territorial; esto facilitado aún más con la ausencia y omisión estatal.

Twitter: @yolicampos