Por: Miguel Angel Cetina
Falta una semana para que finalice el desgobierno de Juan Manuel Santos, no sería correcto asignarle el título de gobierno a estos ocho años en los que el país decreció en la generalidad de sus áreas y en los que el balance resulta negativo para la Nación.
En este escrito haremos un sucinto repaso a los acontecimientos más destacados de la actual administración y a la herencia que esta nos deja.
La administración Santos se divide en dos periodos sucesivos, el primero ocurrió entre los años 2010 y 2014, cabe recordar que para hacerse elegir por primera vez, Santos se valió de la enorme popularidad del presidente Álvaro Uribe, lo cual le suministró una cantidad de votos suficientes para pulverizar electoralmente a su contrincante. Es bien sabido que sin los votos de Uribe, Santos no hubiese sido siquiera presidente de la junta administradora de su edificio.
Juan Manuel Santos manifestó que durante este mandato impulsaría cinco grandes locomotoras que le darían un desarrollo inusitado a la Nación, pero como todo en él quedó tan solo en promesas. Por ejemplarizante veamos lo que sucedió con la de infraestructura: ésta fue reducida a la más abyecta corrupción de la que el país tenga razón; el túnel de la Línea todavía no ve la luz, la vía Mulaló-Loboguerrero no experimenta mayores desarrollos, las vías 4G son un espejismo en medio del desierto y la vía Ocaña-Gamarra, entre otras, nos dará oportunidad más adelante para referirnos al vergonzoso escándalo de Odebrecht.
De las restantes cuatro mejor ni ahondemos, pero digamos que la innovación no se vio, la vivienda tuvo un repunte en el afán electorero de su vicepresidente Vargas Lleras, la minería sufrió los embates de las pocas garantías del Estado a quienes legalmente quieran hacer uso del suelo; y la agricultura padeció tanto o más que las anteriores, hasta el punto que vivió entre paros, que el mismo Santos negó existieran.
El primer periodo se cerró entre otros desbarajustes, sin nunca saber a dónde fue a parar la más grande bonanza petrolera de la que país hubiese conocido. Por nuestra parte no hay duda que ésta se convirtió en mermelada, la que luego derramaron sobre toda la tostada de la burocracia Nacional.
El segundo periodo que transcurrió entre los años 2014 y el en curso, estuvo manchado desde el comienzo, pues jugando con la ilusión de un sector del pueblo colombiano, Santos galopó en el caballito de batalla de la paz, utilizándolo como vehículo para hacerse reelegir. No le importaron las consecuencias de dividir al país entre amigos y enemigos de la paz, a sabiendas de que esto provocaría un cisma entre el pueblo colombiano.
Pero las inconsistencias de su elección llegaron hasta terrenos más purulentos, ya que luego vendríamos a saber de la financiación ilegal de la cuestionada multinacional Odebrecht. Y sin duda también quedó el tufillo de revivir los amargos días del proceso 8.000, ya que misteriosamente no volvimos a saber de las grabaciones de Diego rastrojo, en donde aseguraba que a la campaña de Santos habían entrado dineros de la mafia.
Finalmente estamos en la era de la paz, la equidad y la educación; fue este el eslogan que utilizó Santos para hacernos creer que luego de la pantomima de La Habana nos vendría la paz como maná caído del cielo, hoy la realidad nos muestra que las criticas que realizamos al proceso con las Farc fueron fundadas.
Santos aseguró que los máximos criminales no harían política sin antes contar la verdad, reparar a sus víctimas y purgar sus penas. Nada de esto ocurrió, hoy tenemos a una decena de delincuentes sentados en el Congreso de la República sin haber cumplido con alguno de los anteriores requisitos. Tanto fue el descaro que su máximo cabecilla llegó a aspirar a la primera magistratura del país.
Ninguna de las promesas de Santos en esta materia fue cumplida, dijo que la implementación del acuerdo solo se daría una vez el pueblo colombiano lo aprobara por medio de un mecanismo democrático. Fue entonces cuando se llevo a cabo el segundo plebiscito en la historia de nuestro país, en este se vivió la más decorosa victoria democrática en Colombia, contra todo pronosticó triunfó el NO que estuvo representado por la oposición. Pero Santos hizo lo que nunca un mandatario en el mundo había hecho: lo desconoció y al final manipuló el acuerdo a su acomodo.
Dudoso resultó el premio Nobel que le fue otorgado, en un gesto inhumanitario entregó a la dictadura chavista de Nicolas Maduro, de la que se declaró su mejor amigo, al joven activista Lorent Saleh. Ni que decir del aumento exponencial de los cultivos de coca que llegaron a poner a nuestro país al borde de la desacreditación y hoy nos sumerge en una cruenta guerra entre carteles.
No podía despedirse Santos sin ponerle a estos lamentables ocho años de desgobierno la cereza del pastel, fue a tan solo pocos días de su partida cuando se destapó un complot contra el principal opositor a su mandato. Pero no tardará mucho en caer la estantería de un deplorable desgobierno que esta a ocho días de terminar.
Twitter:@MiguelCetinaC