Por: Miguel Angel Cetina

El pasado viernes 24 de agosto la prensa dio a conocer el decreto 1630 del Ministerio de Relaciones Exteriores, en el que el presidente Iván Duque designó al doctor Alejandro Ordóñez como embajador ante la Organización de Estados Americanos, OEA. La tercera ley de Newton nos enseña que toda acción genera una reacción y como era de esperarse esta vez no fue la excepción.

Sólo bastó con que la noticia fuera publicada para que las redes se inundaran con centenares de mensajes a favor y en contra del nombramiento del ex procurador. Los mensajes de apoyo y alegría llegaron de todas partes, es indudable que Ordóñez representa a amplios sectores de la sociedad, ahora que nadie venga a desconocer que la inmensa mayoría de colombianos, al igual que el nuevo embajador, confían en la existencia de un ser supremo, ¡de cuándo acá resultó pecado creer en Dios!

Pero los partidarios de la discordia que están siempre vigilantes de su presa, no perdieron la oportunidad de abalanzarse en gavilla como fieras salvajes para vituperar y descalificar al jurista bumangués. Es sorprendente la cantidad de mentiras, falacias e irresponsabilidades verbales con las que pretendieron interponerse a la mencionada designación.

Perturba ver la manera canalla y vil con la que ciertos personajes expresaron su desacuerdo frente a la noticia, la resistencia de dichos sectores obedece al desarrollo de agendas previamente constituidas con las que se han lesionado a la sociedad colombiana y con las que por supuesto Ordóñez no está de acuerdo. Es entonces cuando se comprende el desmedido afán del referido sector por tergiversar las posturas políticas, filosóficas y religiosas del ex procurador.

Frente a los agravios y las descalificaciones procuré omitir respuesta, esto debido a la sobresaturación de falacias que contienen, pero ante tanta argucia resolví dar contestación, además por el enorme cariño y respeto que siento por el doctor Alejandro y su familia. A continuación les contaré un poco acerca del Ordóñez que conozco:

Hace más de dos años cuando llegué al despacho del entonces Procurador General de la Nación, no me topé con el señor de mal genio y amargado que caricaturistas y columnistas habían recreado en sus publicaciones semanales. Por el contrario hallé un hombre jovial, con un sentido exclusivo del humor y al que poco le interesaba contar hazañas propias en busca de estériles vanaglorias, distinto a esto noté su gusto por escuchar a los demás.

Su vocación de docente, como en tantas ocasiones, se dejo ver en aquella oportunidad cuando resolvió intervenir para enseñarnos sus funciones en la procuraduría; en síntesis nos explicó porqué era el representante de la sociedad, lo que no es posible sin la suficiente sensibilidad y Ordóñez la tiene.

Pero en un país como el nuestro azotado por la corrupción, la cabeza de una entidad como esta requiere a un hombre con los pantalones bien puestos, o las tirantas bien sujetadas como en este caso. Sin duda durante su periodo se vivieron los años de mayor eficacia en la entidad, al rededor de 8.000 funcionarios sancionados demuestran que al ex procurador no le tiembla la mano para actuar. Es apenas obvio que entre los firmantes de peticiones digitales aparezcan varios de los corruptos sancionados por el entonces procurador.

Fue tan contundente su labor que ni siquiera ante el presidente de la República se amilanó, por su verticalidad se convirtió en la piedra en la zapato del gobierno más corrupto de la historia: el de Juan Manuel Santos. Esto conllevo a que Santos empleara todas sus fuerzas en sacar de su paso al incomodo procurador. El Consejo de Estado cumplió con la voluntad del primer mandatario y de forma arbitraria anuló la segunda elección de Ordóñez, poco a poco hemos venido descubriendo el andamiaje tras la cuestionada decisión.

Pero sin duda la mayor injusticia contra Ordóñez es la de acusarlo de misógino, nadie más respetuoso y devoto por el papel que cumple la mujer en la existencia que el ex procurador. Debo contar una anécdota que sucedió en campaña, cuando en medio de un discurso expresó que él tenía siete mujeres y ante el asombro del auditorio explicó que se trataba de su esposa, sus tres hijas y sus tres nietas; que son para el doctor Alejandro prueba de su filial amor a la mujer.

Son cortas estas líneas para exponer al verdadero Alejandro Ordóñez, un hombre honorable que tiene como principio de vida el respeto por los demás y a quien desde estas páginas le expresamos nuestras sinceras felicitaciones por su nuevo rol, sabemos que será un gran embajador.

Twitter: @MiguelCetinaC