El oportunismo puede verse de dos formas: una positiva, que consiste en la habilidad de aprovechar las oportunidades, lo cual es digno de admirar. Mientras que de otra forma, la negativa se basa en el acomodamiento de las personas a las circunstancias, con el propósito de obtener provecho particular, incluso, cuando esto implique deponer los principios; y esta última es la que lamentablemente prevalece en la política.
Es importante tener en cuenta lo anterior, debido al momento actual de la política en nuestro país. Con certeza podemos afirmar que la mayoría de los colombianos coincidimos en que la corrupción es un problema que le hace demasiado daño a la sociedad, por eso es fácilmente entendible que quien abandere esa causa, que dicho sea de paso es de todos, encontrará réditos sin la necesidad de mucho esfuerzo.
Fue así como lo entendió la ex senadora Claudia López, quien en compañía de la camarilla de izquierda decidió ponerle color político a una lucha de la sociedad, y endilgarse lo que titularon “la anticorrupción”. Como ya lo dijimos esa es una causa que nos pertenece a todos, en la que la mayoría estamos comprometidos, pero está claro que López y sus asociados se resolvieron por el oportunismo político al que hacíamos mención.
La democracia tiene sus propios costos y ese es un tema indiscutible, pero la terquedad de un definido sector por realizar una consulta popular, en la que fueron votados temas ya consagrados en la ley, nos costó a los colombianos algo más de 300.000 millones de pesos.
Finalmente el experimento politiquero de la izquierda no logró el umbral y a pesar de una cuestionada votación, se empecinaron con el argumento de que como “casi se consigue el resultado”, el gobierno nacional debía comprometerse a que lo que la democracia no dio el Congreso lo preste.
El actual gobierno ha mostrado un talante conciliador, tan es así que sectores como los que promovieron la consulta se han aprovechado de esta condición, y fieles a su espíritu autocrático, típico de los populistas de izquierda, se creen con la autoridad para darle ordenes a los congresistas.
Al final ha quedado al descubierto que a quienes menos les interesa por cuestiones de conveniencia, que el Congreso de la República le dé trámite a los proyectos anticorrupción, es a los impolutos que viven ante las cámaras de televisión y los micrófonos de la radio rasgándose las vestiduras, asegurando que nacieron sin tacha y así se han mantenido, mientras el resto de los mortales son una sarta de corruptos.
No engañan a nadie, es demasiado evidente el aprovechamiento de la situación con fines electoreros como el de Claudia López, quien se propone generar malestar entre los congresistas para luego culpar al gobierno del embeleco y salir gritando a los cuatro vientos, para que la bulla la mantenga vigente en su aspiración por la alcaldía de Bogotá.
Que no se burlen de la inteligencia del pueblo colombiano, ¿o es que acaso el senador del Polo Democrático, Jorge Enrique Robledo, está dispuesto a cumplir la propuesta de limitar los periodos de los congresistas a tan solo tres ocasiones? Recordemos que el mencionado senador está cursando ya su quinto periodo en el Congreso, la misma situación ocurre con su copartidario Germán Navas Talero, quien en la actualidad cursa su sexto periodo como congresista.
Flaco favor le hacen a la corrupción quienes posando de feroces enemigos se arropan con la misma cobija que ésta, al tiempo que se valen del oportunismo político. ¡No todo vale eminentes impolutos!