Es común escuchar en la calle críticas sobre un político u otro, pero lo que ocurre en la política colombiana llega al fanatismo. Para este caso es prudente recordar que el fanatismo puede ser tanto a favor como en contra. Lo que se ve diariamente en redes sociales, en la calle, universidades y espacios familiares, es la poca racionalización de los argumentos que lleva a una ciudadanía con poco criterio a juzgar los eventos que suceden en el país.
Los ejemplos abundan. Cualquier noticia que pasa la relacionan directamente con el expresidente Uribe, muchas veces, sin que tenga un vinculo. Así, ponen un artículo científico sobre la aparición de una “súper gonorrea” y afirman que es Uribe, o meten a la cárcel al expresidente de Brasil y dicen que Lula Da Silva era uribista. No existe una sola noticia que no la relacionen con el hoy senador.
Aunque algunos ejemplos parecen broma, eso no quiere decir que no desatan niveles irracionales de crítica. Ocurrió con el caso del homicidio de un líder social en el que, luego de aparecer en los diarios, la gente decía que era por culpa de Duque ¡Cuando este ni siquiera se había posesionado! e igual cuando se mencionó que por culpa de la reforma tributaria de 2016 se impondrían mas impuestos sobre las pensiones. En las redes decían que era culpa de un presidente que aún no ocupaba su cargo. En efecto puede criticarse -con justa razón- la actual propuesta de “Ley de financiamiento” pero Iván Duque no es culpable de una ley por la cual votó en contra y pasó en el 2016.
No es raro escuchar a los antiuribistas calificar de fanáticos, poco racionales, groseros, etc, a sus contrapartes. Sin embargo, cabe preguntarse: ¿esto no es exactamente igual a -lo que dicen ellos- que los uribistas hacen? Es incluso recurrente ver que no leen la noticia, pero si la critican. Dependiendo de si les gusta el político leen el artículo.
También es de resaltar que muchas personas señalan de hechos dudosos a cualquier miembro del partido, o a quienes son afines al uribismo, solo por el hecho de compartir las premisas del movimiento. Si hay una masacre dicen que Uribe la mandó a hacer, y cuando se piden evidencias las respuestas siempre son las mismas: “no tengo las pruebas aquí pero así fue”, o el típico: “Ay, eso lo sabe todo el mundo!” (sic). El acusar de eventos tan siniestros sin la más mínima certeza de los hechos, o solo por notas de prensa es la cúspide de la posverdad y la falta de pensamiento crítico, todo formula del fanatismo.
Si bien es cierto que estas conductas van de parte y parte, el antiuribismo desde hace rato se convirtió en una moda irracional. Recuerden que si se va a discutir: menos ataques y más argumentos.