La sensación de desprotección y fragilidad es cada vez más latente en la vida de las personas. Basta con observar cómo la situación de comunidades enteras puede cambiar de un momento a otro, ya sea por decisiones políticas o económicas, por el cambio climático que se hace sentir a través de desastres naturales, por el aumento de la contaminación que repercute en afectaciones a la salud, o por causa de conflictos internos consecuencia de las distintas violencias presentes en nuestro contexto.
Muy posiblemente la soledad, condición propia de quienes habitan las grandes ciudades, exacerba estos miedos. Pero siempre se encuentran posibilidades de solución en los lugares más inesperados. Hace varias semanas tuve la oportunidad de ir con los estudiantes de una universidad a la comunidad de San Basilio de Palenque, corregimiento ubicado a 60 kilómetros de Cartagena, y durante el recorrido por los sitios emblemáticos, el guía del grupo habló del ‘kuagro’ un grupo al que pertenecen los palenqueros desde que son niños y que se convierte en una especia de segunda familia protectora encargada de acompañarse entre sí en todos los momentos de la vida.
Escuela, matrimonio, hijos, enfermedad, desempleo, y por último: la muerte, han sido asuntos colectivos del ‘kuagro’ desde que se creó como un método de supervivencia en la época colonial, y su sentido sigue vigente en el siglo XXI. Esta costumbre del primer pueblo afrodescendiente libre de la esclavitud en Sur América, me llamó especialmente la atención.
Revisando alguna bibliografía encontré un artículo de 2017 en el que investigadores chilenos, a partir de entrevistas a miembros de la comunidad, lo describen como un espacio de dinamización de la vida social en el que los palenqueros reafirman su identidad y estructuran su vida. En un lenguaje menos técnico: es el lugar de la solidaridad, porque si alguien del kuagro no tiene para comer porque está desempleado, el grupo reúne y no lo deja morir de hambre, y así con todo. Y también es el lugar del respeto, la lealtad y el amor, porque era la base ancestral para sobrevivir y resistir en una época de persecución y muerte.
La sabiduría ancestral persiste entre los palenqueros y, hoy más que nunca, estas formas de estructurar la vida social deberían ser enseñadas en nuestras urbes modernas. ¿Por qué no crear kuagros para proteger a los niños del abuso sexual? ¿Por qué no crear kuagros, para no morir de soledad?
Este modelo social fue fundamental para una época en la que los pueblos buscaban liberarse y erigirse como comunidades autónomas capaces de autoconstituirse. Hoy es una ruta, un camino, que podríamos considerar.