Hace apenas una semana todos los colombianos nos vimos en la obligación de abrir de nuevo el libro del horror y tuvimos que volver a leer esas letras desgastadas y manchadas de sangre escritas por el terrorismo, que pensamos que no veríamos después de los acuerdos de paz logrados por el Gobierno anterior de Juan Manuel Santos con las Farc.
El atentado asumido ya por la guerrilla del Eln a la Escuela de Cadetes General Santander en Bogotá , donde murieron más de 20 jóvenes, ha sido rechazado por todos los sectores del país y el pueblo, quien salió a las calles masivamente para decirle «No» al terrorismo.
Más allá de las preguntas que han surgido en los días posteriores y que han llevado a numerosas especulaciones sobre cómo sucedieron realmente los hechos, creo que lo que debe ocupar a este gobierno es qué va a suceder de acá en adelante, en qué condiciones seguirá gobernando y qué reglas de juego va a proponer en ese tan anhelado camino a la paz en el que venimos embarcados todos los colombianos hace ya mucho tiempo.
La reacción inmediata del presidente Iván Duque ya se escuchó, pero es confusa y ha generado controversia. La orden es que no haya más diálogos con los negociadores del Eln que están en la Habana y solicitar que sean capturados y entregados a la justicia colombiana.
Genera controversia por dos cosas
La primera, es que pasó por encima del protocolo que estaba previamente acordado entre Colombia y los países garantes, creando un ambiente de malestar principalmente con Cuba y Noruega. Y la segunda, que tiene al Comisionado de paz respondiendo cosas sin sentido y contradiciéndose en entrevistas de todos los medios en el país, es que, según él, este Gobierno nunca ha entablado un diálogo con esa guerrilla y que por ende puede hacer lo que quiera con este proceso. Aparte de todas las preguntas que nos hacemos ahora, yo le hago una al Comisionado: si no ha habido diálogos, entonces ¿qué diálogos levantó el presidente Duque?
Considero que lo último que debe hacer el presidente de una nación ante cualquier circunstancia de interés nacional y máxime ante una de tanta importancia es especular. Desafortunadamente fue lo primero que hizo este gobierno. En vez de traer una voz de tranquilidad y esperanza, todo lo que ha hecho es sumarle unos tres o cuatro problemas al momento que vive el país.
Pero la culpa no la tiene ni la oposición, ni los países vecinos, ni el pueblo ni nadie más que este mismo gobierno, porque aparte de salir a manejar de manera pésima la situación, sigue consintiendo y arropando en sus filas a funcionarios que han perdido toda credibilidad y confianza ante los ojos de todos. Es inaudito tener que ver al fiscal general de la nación, uno de los más controvertidos en la historia de Colombia, queriendo explicar un tema tan delicado como lo es las investigaciones que se adelantan del atentado. Disculpen, pero yo no le creo una palabra a alguien que debería estar dando explicaciones sobre los señalamientos que lo involucran en el caso Odebrecht en Colombia.
Por lo anterior, creo que es vital volver a pensar en la forma en que Colombia debe afrontar el panorama que le quedó después de los convulsionados días que han pasado. Y bien podría empezar el presidente Duque haciendo un análisis sobre si los funcionarios que tiene al lado para hacer la tarea son los idóneos y si no, hacer los cambios que sean necesarios.
Creo que lo que sigue en importancia es reflexionar si continuar con esa idea de enviar al país de vuelta a los años de guerra que tanto daño ha hecho a nuestra gente. Se oyen voces por todas partes llamando a acabar con la guerrilla del Eln como antaño, «a punta de bala». Trato de comprender su posición y pienso que es, tal vez, la reacción frente a tan cobarde hecho que enlutó a Colombia. Pero el asunto es que un país no puede ser dirigido por reacciones alteradas, sino por un grupo de expertos que analiza, prevé, mira hacia el pasado, planea, revisa posibles consecuencias y después decide. Responder a algo mal hecho con algo peor, no es la solución.
En este momento, entrar en el juego de quién es más fuerte sumiría al país en una cruenta lucha que traería de nuevo ríos de sangre a nuestras ciudades y pueblos. Dejarse llevar por las voces dañinas que tienen como único discurso el odio y la violencia es la peor decisión que puede tomar este gobierno.
Una salida cuerda y esperanzadora para el momento que vive Colombia es tomarse muy en serio el llamado que ha hecho el Consejo de Seguridad de la ONU, quien pidió al Gobierno insistir en una búsqueda dialogada de la paz. Por eso me sumo a las miles de voces de gente de bien que piden hoy #Noalterrorismo, pero con la misma fuerza #Noalaguerra