Por: Yolima Gómez

Durante las últimas semanas del mes de enero de 2019, las cadenas de noticias nacionales e internacionales, así como las redes sociales, han concentrado su atención en dos hechos noticiosos para nuestro país y la Región.

El primero hecho, el accionar bélico del Eln (Ejército de Liberación Nacional) en la escuela de policías que, de acuerdo con su comunicado oficial, lo justifican como respuesta a ataques recibidos por parte de las Fuerzas Armadas nacionales durante el mes de diciembre, en medio de un cese bilateral del fuego. Estos hechos conllevan a que el actual gobierno devele y decrete una confrontación armada con este grupo guerrillero, que muchos creíamos empezaba a superarse.

El segundo hecho noticioso, la crisis en Venezuela, cuya incertidumbre democrática con alto riesgo de guerra civil, es atizada por discursos que responden a poderes políticos antagónicos, que parecieran pretender los mismo: “condiciones de bienestar para todos”.

Estos dos hechos no han pasado por desapercibidos para nadie, y muy seguramente las opiniones son distintas y diversas. Algunas serán el reflejo de posiciones sectarias de derecha, otras de posiciones -también sectarias- desde la izquierda. Posiciones cuyo final, concluyen y coinciden en salidas a través de acciones bélicas, es decir, atacar, confrontar, mostrar poderío, e ir en contra de la vida.

El sentido común, sustentado en una historia de muerte sobre la que por décadas se han alimentado los poderes políticos nacionales, ha de ser superior al sentido armamentista, pues nos dice que la acción bélica no es el camino para solucionar ningún problema de ningún país. Las guerras civiles, así como los conflictos armados, no dejan sino dolor, sufrimiento, destrucción y heridas que no sanan fácilmente. La guerra no ha de ser la primera opción.

Colombia ha hecho su propia escuela en la construcción de paz, y esta experiencia no puede dejarse a un lado como en reposo. El pueblo es superior a sus dirigentes, dijo Jorge Eliecer Gaitán. Hoy más que nunca nuestras convicciones sobre la construcción de paz deben ser más fuertes y férreas, pese a que los discursos de nuestros dirigentes políticos digan lo contrario. Las armas no son el camino. La confrontación bélica no es la solución a los problemas, sino el origen de nuevos problemas.

En la historia política actual de Colombia y Venezuela intentan tomar fuerza los discursos y acciones armamentistas. La fuerza de nosotros, los ciudadanos, ha de estar encaminada a buscar otras salidas más humanas, más respetuosas de todos.Esta lección hoy la dan nuestros campesinos, quienes viven en carne propia los efectos y consecuencias de los conflictos armados, con ataques de fuerzas legales e ilegales.

No perdamos de vista que hoy, ese brazo de dolor parece extenderse a los centros urbanos, por lo cual Colombia está llamada a actuar como un solo país: campo y ciudad, somos uno solo, y somos el lado frágil de la confrontación armada, por esta razón la guerra no es la opción.

Es hora de volver a las declaraciones de la UNESCO, la paz es un derecho humano de todas las personas, todos los grupos y pueblos somos titulares de este derecho. Tenemos derecho a vivir en paz, una paz que sea justa, sostenible y que dure.

@yolicampos