Por: Juan David Escobar Cubides

La deplorable situación en Venezuela nos ha expuesto a diversas realidades:  la miseria absoluta, el hambre y la enfermedad ciudadana, la perversidad de Nicolás Maduro, la infamia del Cartel de los Soles, la cobardía corrupta de Diosdado Cabello, el estancamiento del sistema económico y productivo; y particularmente, a la furia de Gustavo Petro en tanto el mundo entero arrincona verticalmente a su compañero, el narco-dictador.

Al parecer, haber acabado con una nación próspera, perseguido y encarcelado a los opositores, comercializado cocaína, robado el dinero del petróleo, asesinado miserablemente durante varios años a la población enferma y hambrienta,  incinerado a dos camiones repletos de alimentos y medicinas necesarias en la ciudadanía vulnerable, no son para Gustavo Petro elementos de juicio necesarios tendientes a aborrecer al tirano. Para él, esto es poco, porque quienes se ufanan de tener espíritu revolucionario aman el caos, la violencia y la destrucción. En efecto, ello es lo que ha hecho el narco-régimen venezolano.

Y así lo consideramos. Con total desfachatez hemos presenciado, durante los últimos días, declaraciones adversas del líder de la “Colombia Humana” puesto que ha considerado inapropiadas las reacciones globales y nacionales dirigidas en contra de un dictador analfabeta. A Petro, sin duda alguna, le incomoda que se hable de intervención militar, injerencia humanitaria, asistencia social y derrocamiento del régimen dictatorial. ¿Y por qué le incomoda? Por tres razones: primero, porque fue el asesor económico del chavismo, y esto quedó probado con sus propios pronunciamientos en  Twitter, y con las declaraciones de su ex-amigo, Nicolás Maduro.

Para Chávez, Petro fue un emulo digno de admirar. Segundo, porque hasta hace unos años Petro defendía con ahínco el socialismo destructor proliferado por los Castro y Chávez. Allí, el otrora integrante del M-19, sostenía dizque la conveniencia de dicho modelo de Estado por contribuir, según él, con el desarrollo social de los Estados. ¡Habrase visto un despropósito semejante!

Tercero, porque claramente observamos que la intención de algunos líderes incendiarios de la extrema izquierda es sabotear la buena posición y el liderazgo que ha tomado el Gobierno Nacional frente al particular. Contundencia es lo que le ha sobrado al presidente colombiano para despreciar la coyuntura actual de Venezuela. Así debe ser. No hay otra opción. Además, el Grupo de Lima liderado por el presidente Duque, ha sido el palo en la rueda para aquellos que quieren pavimentar sobre su sombra alguna aspiración presidencial.

Infortunadamente, en el juego sucio de la política hay quienes utilizan la estratagema de convertirse en una piedra en el zapato para destruir al adversario y adquirir adeptos, generalmente, no formados en el ámbito político. Y así gira el juego de Iván Cepeda y Gustavo Petro: han hecho populismo hasta rabiar, para confundir a los incautos sobre la necesidad de una intervención militar en Venezuela.

Ahora bien, ¿creen que es malo repudiar el accionar de Nicolás Maduro? ¿Consideran inapropiado levantar la voz en contra de dicho régimen genocida y arbitrario? ¿No les parece malvado quien se pronuncia con posturas a favor del régimen de Maduro, en vez de unirse al clamor generalizado que grita por la libertad y por el respeto de la dignidad humana?

Sin embargo hemos sostenido que de lo malo siempre sobresale algún aspecto positivo: enhorabuena, bien sabemos por quien nunca debemos votar para que dirija los hilos de Colombia. Ya tenemos el lamentable espejo del vecino. ¡No lo podemos olvidar!  

@JuanDaEscobarC