Algo me pasa los domingos en la noche, casi nunca puedo dormir bien y no entiendo a qué se debe. Incluso si intento dormir en la tarde me cuesta trabajo, me despierto a cada rato, como en estado de alerta y regularmente me duele la cabeza por ello. No sé si acaso sea una ansiedad irracional a empezar con los deberes de la semana o una fobia a los lunes temprano, no sé…
El caso es que, para mitigar un poco esos episodios, acostumbro acostarme leyendo hasta quedarme dormido. Sé que no está bien, dicen los que saben que hacerlo acostumbra y programa al cerebro. Pero me funciona, me quedo dormido con el libro entre las manos sobre un costado, al lado de la almohada y luego cuando me despierto normalmente es de madrugada, la luz está prendida y aún estoy vestido… pero al menos he logrado dormir varias horas, he logrado vencer, por un rato, el síndrome estúpido ese del insomnio dominguero.
Es domingo por la noche y me dispongo a lo mencionado anteriormente, está todo más que listo, los deberes terminados, los audios editados y enviados, el almuerzo en la nevera, la ropa doblada y guardada, la gata recién comió y ya duerme en su sofá preferido, el libro en la cama junto a la almohada. Pero me doy cuenta que tal vez esta noche no necesitaré la libro-terapia para tranquilizarme. Hay un pensamiento recurrente y pacificador, una sensación de bienestar y tranquilidad que ha ocupado mi mente todo el día y que descubro, no se quiere ir.
El pensamiento tiene nombre y apellido, cabello negro, largo, casi siempre recogido, (ya que me acuerdo la he visto pocas veces con el cabello suelto, muy pocas) es bajita, bonita, de rasgos finos, ojos pequeños, juiciosa, trabajadora, tierna, sencilla, interesante, enigmática, sexy, divertida, segura, independiente, fuerte. Me sorprende tener todas estas características de ella tan claras, ahora, no antes, no en el momento que debía, no cuando hubiese importado, no cuando posiblemente ella tenía las mías presentes también.
A veces tengo la sensación de que llego tarde a todas partes. A los momentos, a las situaciones, a los lugares, a las personas. En su momento, era cuestión de haber estado más despierto a las posibles señales que enviaba, sí acaso lo hacía. Era cuestión de sentido común, de ser avispado, de estar en la jugada. Ahora lo veo claro, el tiempo que pasábamos juntos no era normal. Me acompañaba a todas partes, gastaba tiempo escuchando mis ideas por locas e irrealizables que fueran. Cuando tenía un proyecto, sacaba lápiz y papel y le ponía orden, acordábamos fechas, creía en cada cosa que le planteaba. Nos subíamos en la moto y nos íbamos a grabar cosas por la noche, se mojaba conmigo, se ponía mi impermeable, parecía una esquimal, una muy linda.
Tal vez alguien se sienta identificado con esta inquietud, pero me pregunto una y mil veces, por qué fui tan pendejo. No entiendo bien, sin embargo, por qué si sentía lo que sentía por mí en ese tiempo, que no fue hace años, tal vez uno o dos a lo sumo, ahora no lo siente; qué tanto puede cambiar un sentimiento en unos meses. No se puede hacer algo, le pregunté la última vez. El tiempo pasa, fue todo lo que obtuve por respuesta.
Esta noche recuerdo con nostalgia ese tiempo, con seguridad soy la persona más despistada que va a conocer en su vida, me gustaría que entendiera que en ese momento tenía la cabeza en otro lado, aunque me apoyaba y me acompañaba yo la veía como una simple amiga más, recuerdo esas noches en que hablábamos hasta la madrugada, estábamos al teléfono hasta que su charla se volvía apenas un susurro porque la vencía el sueño, pero aun así no colgaba, seguía hablando y al final, casi dormida, se despedía con un hilo de voz, deseándome buenas noches. Aún hoy me gusta escuchar su voz en los mensajes de WhatsApp, un poco me recuerdan ese tiempo.
Me gustaría que supiera que extraño esas noches en las que soñábamos despiertos y planeábamos lo que haríamos si nos ganáramos la lotería. Hablábamos de ir a viajar por el mundo solo los dos conociendo personas y ciudades, tendríamos perros, andaríamos en una camioneta que tendría instalado equipos de grabación y trasmisión para ir reportando todo lo que viéramos. Yo escribiría en las noches, ella registraría todo en su cámara, haríamos podcast para luego subirlos a nuestro blog.
No me puedo responder en qué cosas estaba tan ocupado para no darme cuenta de que tenía una mujer tan maravillosa al lado. Sería esa pésima costumbre de estar enviando a la zona de amistad a personas que sí valen la pena, por estar detrás de ilusiones y apariencias de personas que finalmente no se quedaron pero que hicieron mucho daño; o será más bien que eso de que uno siempre quiere lo que no puede tener es cierto…