Por: Sebastián Villate

Siempre fue difícil, para muchos, aceptar que los excombatientes ocuparan 10 curules en el Congreso de la República. Con el pasar del tiempo algunos lo fuimos aceptando y hasta apoyamos que se llevará a cabo el proceso de paz; pero otros nunca pudieron.

Como lo mencionó el expresidente Santos al posesionar a los congresistas aquel 20 de julio, este es un congreso diferente, moderno y completo pues, por fin, todas las ideas de país están dentro de un mismo recinto. Había llegado el momento de ser resilientes y saber perdonar.

No fue fácil, pero poco a poco se aceptó y ya se ve normal que los excombatientes ocupen sus curules y participen de los debates en el Congreso, aunque sus voces se ahoguen por la indiferencia de sus colegas, pues sus opiniones e intervenciones no son realzadas ni por lo congresistas, ni por los medios de comunicación. Solo llegaron a ser noticia el día que casi se va de este mundo, liberando una curul, el Senador José Obdulio Gaviria quien rápidamente fue asistido por Julián Gallo (Carlos Antonio Lozada) exguerrillero de las Farc. Dicho acontecimiento sacudió a todos los medios de comunicación; y es que ni Gerlein produjo tanto susto, pues ya se sabía que estaba dormido y no infartado.

Ahora hay otro sapo que tragar, pero que seguro todos escupirán, y es aceptar que Jesús Santrich, de ahora en adelante, asistirá como un honorable congresista a las sesiones de la Cámara de Representantes. El caso en particular del exguerrillero, posesionado el pasado martes 11 de junio como representante a la Cámara, ha generado todo un debate. Hay quienes argumentan que al no encontrarse las pruebas existe la validez absoluta para que ocupe su curul; otros, que por el solo hecho de ser investigado no debería posesionarse como padre de la patria.

Dejemos algo claro, el Congreso antes de Santrich no era símbolo de orgullo y ahora con Santrich no es lo peor que existe. Una persona no cambia la reputación de una institución.

Será difícil aceptar que quien se burló de las víctimas en La Habana, quien posiblemente delinquió después de la firma de los acuerdos, y quien sigue con un discurso agresivo y poco conciliador, sea hoy un congresista de la República. Pero la ley es clara y en Colombia todos son inocentes hasta que se demuestre lo contrario. Y en el caso de Santrich no se logro probar nada determinante. Así que ahora nos tocará, a todos los que apoyamos la paz, tragarnos ese único sapo de mal sabor y pésima apariencia. Ese único sapo de la paz resultó ser Jesús Santrich.

Adenda:

El acto de la bancada del Partido Verde en la Cámara de Representantes, con los carteles “Paz Sí, Santrich No” evidencia la indignación que genera la posesión de este personaje aún en los sectores de la izquierda política. (Ver foto).

Facebook: @Sebasvillateb

Twitter:@Sebasvillateb