Una nueva ciudadanía en Colombia ha protagonizado la protesta social más contundente de la historia del país. Las calles están siendo testigos del despertar de una democracia que históricamente ha estado empañada entre el bipartidismo y el abstencionismo. Hasta el momento, siete días de manifestaciones populares en las calles de varias ciudades, en las que predominantemente han participado los jóvenes del país, están cambiando la agenda social y política de una Colombia que vive los tiempos del postconflicto y que empieza a evidenciar las prioridades de un país inequitativo e institucionalmente frágil para combatir la corrupción. Un cúmulo de hechos ha generado esta protesta que tiene una amplia agenda en la que se demandan cambios en la política económica, social, ambiental y de seguridad nacional por parte de una ciudadanía informada e inconforme.
La convocatoria inicial del día 21 de noviembre, promovida por las organizaciones sindicales, estudiantiles y colectivos políticos del sector alternativo, acogió una consigna para iniciar este paro nacional: “En contra del paquetazo neoliberal del gobierno Duque”: Un conjunto de reformas pensionales, laborales y otras recomendaciones de los organismos multilaterales como la OCDE y el Fondo Monetario Internacional. Pero con el pasar de los días, la protesta se hizo más diversa, el descontento de los colombianos superaba esta primera agenda y se vieron en las calles los reclamos en materia ambiental, la agenda de consolidación de la paz, la política de seguridad por los bombardeos a menores, el exceso de fuerza del Esmad, la salud, el animalismo, la equidad de genero, etc.
Y sin lugar a dudas, los protagonistas de estas históricas movilizaciones han sido los jóvenes. Esta generación ha tenido la capacidad de separarse de una dinámica autista de algunos sectores políticos, particularmente del uribismo, que han perdido toda credibilidad por su incapacidad de adaptarse a los nuevos tiempos de paz y una agenda que requiere entender la dinámica social que acarrea 200 años de historia republicana. Las recetas de los organismos multilaterales no están diseñadas para un país con las complejidades de Colombia y eso hoy los jóvenes lo han vuelto un reclamo popular.
Mientras el gobierno se regocija por un crecimiento de la economía del 3,3% en el tercer trimestre del año, el desempleo juvenil alcanzó el 18,9% para el mismo periodo, la deserción escolar en el nivel secundario sigue siendo de 1 por cada 5 jóvenes que no terminan el colegio y de los cuatro millones trescientos mil jóvenes entre 17 y 21 años, la mitad no accede a la educación superior. Apenas el 20% de los matriculados en pregrado a cualquier nivel de educación superior logra graduarse, es decir, una deserción del 80% de los jóvenes que inician, pero no logran finalizar sus estudios. A lo anterior, se le suma la polémica propuesta de ANIF (Asociación Nacional de Instituciones Financieras) de decretar un salario diferencial para jóvenes menores de 25 años, del 75% del salario mínimo o la propuesta de debilitar el régimen de prima media en materia pensional, a favor de los fondos privados con aumento de edad para la pensión.
Pero más allá de las reivindicaciones que afectan directamente a los intereses de los jóvenes o sus perspectivas inmediatas de futuro, hay una defensa de la agenda de los temas del siglo XXI. La agenda medioambiental, la agenda de paz y la agenda de la lucha anticorrupción han sido el nuevo clamor de una generación que cree en las causas de vanguardia y que están cambiando la correlación de fuerzas políticas. Todos, reclamos urgentes que responden a los problemas más viejos de nuestra sociedad y que requieren de una enorme empatía para reclamar lo que son los derechos de todos y que pocos defienden con tal propiedad. Es un aire fresco que imprime la juventud y que busca un respiro en medio de una ahogada herencia de problemas nacionales que hoy se ponen en primera línea luego de la firma del acuerdo de paz.
Y a pesar del deseo de algunos sectores de la opinión nacional de encasillar las movilizaciones en un ambiente instigado por lideres políticos que quieren la polarización y el odio, lo cierto es que la espontaneidad, la movilización pacífica y la sangre joven, innovadora, altiva y deliberante ha sido la verdadera esencia de este paro nacional. Esto supone un enorme reto de organización y de puntualizar la agenda de reclamos al gobierno. Avanzan iniciativas como las asambleas populares por barrios, sectores, organizaciones, todos con el deseo de confluir en una agenda que nos represente a todos.
El gobierno, por su parte, parece querer hacer la del avestruz, enterrando la cabeza en la tierra, mostrando su alta incapacidad para interpretar el momento del país y dando constantes mensajes de desconexión con la agenda que demanda, no solo el movimiento social, sino las condiciones reales de pobreza, corrupción e inequidad del país. Ha convocado a un dialogo nacional en el que, con prepotencia, ha acotado una agenda y unos tiempos sin mediar palabra alguna y dejando por fuera el sentir de quienes han protagonizado la movilización: los jóvenes. Situación que necesariamente cambiará con el paso de los días.
Con este panorama, es tremendamente atinada la interpretación de quienes han llamado a una agenda nacional en pro de los jóvenes, que no es otra cosa que convocar al país a una reconciliación alrededor de los temas que vuelvan viable el país a las nuevas generaciones.
Esta democracia rejuveneció con la movilización de ciudadanos de todos los niveles económicos y de todas las regiones del país que han decidido, en muchos casos, no permitir que el privilegio ciegue la empatía de reclamar derechos para otros. Y esto ha sido en gran medida por el liderazgo generacional de los jóvenes de Colombia, que han abanderado un tono diferente para reclamar un país de oportunidades y una agenda de futuro.
Twitter: @JulianMorenoB