Cada cierto tiempo, al menos una vez por semana, Twitter se convierte en una trinchera contra los medios de comunicación. Los protagonistas del matoneo por lo general son pocos, sin embargo cuentan con la audiencia que garantiza el juego sucio de las bodegas virtuales llenas de cuentas falsas con intereses políticos. Allí abundan fanáticos seguidores con odio enceguecido, adornados con argumentos exóticos y organizados con su propaganda vulgar y hostil para promover tendencias.
El viernes pasado fue “#NoMásRCN”, el sábado siguiente “#NoMásCaracol”, antes de finalizar el año pasado fue “#YoBloqueoRevistaSemana” y así, van rotando con todos los medios cuando un titular no les gusta, como si el periodismo fuera de complacencias y no la sustentación de los hechos. Por su puesto el diario EL TIEMPO tampoco ha escapado a estos bravucones del teclado que fungen de demócratas pero que se contradicen con trinos al querer silenciar o desprestigiar a los medios de comunicación.
«Si el debate público tuviera un mínimo potencial de mejora eliminando medios, sería el primero en sumarme a los HT contra ellos. Pero asuman que tienen éxito y esos medios se van ¿Qué sigue? ¿Seríamos más democráticos? El debate mejora sumando voces, no sacando las que ya están», trinó el pasado 21 de enero Pedro Vaca, director de la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip).
La libertad de prensa está entredicho y sigue siendo un riesgo para los periodistas que viven en un país tan violento como Colombia. En 2019, las mediciones sobre la libertad de prensa lo ubicaron en dos puestos vergonzosos. Para la organización ‘Reporteros Sin Fronteras’ que hace esa medición en 180 países, ubicó a Colombia en el puesto 129, mientras que el ‘Foro Económico Mundial’ ubicó a Colombia en el puesto 106 de los 140 países que mide. No sobra decir que año tras año el primer puesto se lo disputan los nórdicos y en aras de la transparencia se manifiesta que todos los países no son medidos, Naciones Unidas reconoce 196 Estados soberanos, luego eso no le resta a Colombia el penoso escalafón.
De regreso al tema, un periodista que titule hoy sobre cualquiera de los políticos (personas) o las políticas (proyectos) más controversiales, suscita exponerse al ejército de gatilleros de las redes sociales. Ni el Gobierno Nacional garantiza el respaldo a la prensa, se recordará que el señor Víctor Manuel Muñoz fue restituido en su cargo como Consejero para la Innovación y Transformación Digital pese a sus imprudencias como participante de grupos de WhatsApp y foros con una importante carga política que, al momento de su renuncia, por esa ligereza, desencadenó la tendencia «#LaWPolariza».
Consultada la FLIP, el tema les preocupa por el ambiente que se genera contra la prensa, pues es evidente que el proceso de amplificación de esos mensajes tiene políticos y también influencers que con el fin de preferir su éxito proselitista pasan por encima del respeto a las mínimas reglas democráticas, como son las garantías para la prensa, fenómeno que pasa entre los de izquierda o derecha sin muchas diferencias.
“Hay que ser claros en que esas tendencias no surgen por generación espontánea, claramente responden a estrategias de publicistas que trabajan para políticos o grupos de poder que buscan precisamente desacreditar a determinados medios de comunicación. Ese es el efecto inmediato, pero más grave son los efectos a mediano plazo y que consisten en sembrar un estado de desconfianza generalizado, de tal manera que cuando determinado medio revela una investigación grave, genera un terreno fértil para lanzar ataques dirigidos y minar la credibilidad del medio. Es una estrategia sumamente peligrosa y sin duda un campo minado para la libertad de expresión” mencionó para esta columna, Jonathan Bock, director encargado de la Flip.
Pese al panorama, ni la Flip ni los medios cuentan con una fórmula para contrarrestar la problemática y los medios apenas se refugian en la creación de otras tendencias para sumar apoyos. Tal vez sea hora de diseñar una política editorial unánime frente a estos hechos y a su vez, hacer una reflexión interna en los medios, para no caer en algunas provocativas y al tiempo venenosas declaraciones de ciertos políticos que al final resultan ganadores en la utilización de los mismos medios.