Dicho lo anterior, se hace necesario hacer memoria y retornar al año 1863, cuando este terruño se llamaba Estados Unidos de Colombia por cuenta de la Constitución de Rionegro y no República de Colombia como la bautizó la carta política de 1886 que, aunque derogada por la de 1991, el cambio no ha sido el suficiente pese a sus libertades.
Quiere decir que antes los liberales de hace 150 años, cansados de los mandatos cachacos, buscaron la independencia económica de las regiones hasta que los conservadores en cabeza del expresidente Rafael Núñez decidieron que el sistema sociopolítico en Colombia debería ser centralista y no federalista, derrocando así el legado que había construido el generalísimo y golpista Tomás Cipriano Mosquera, único que ha sido presidente de la patria en cuatro ocasiones y el primero de los Estados Unidos de Colombia.
Hoy las cartas están sobre la mesa, aunque con pocas probabilidades de éxito. ¿Por qué persistir con el centralismo si la burocracia tarda en llegar a las regiones?, ¿por qué no otorgar mayor autonomía a las Gobernaciones o capitales departamentales?, ¿es lógico que el ministerio de Agricultura funcione en Bogotá, la ciudad menos agrícola de Colombia?, ¿es lógico que el ministerio de Comercio, Industria y Turismo no funcione en Cartagena o Barranquilla?, ¿es lógico que el nuevo ministerio de Ciencia y Tecnología no funcione en Medellín?, ¿es lógico que el ministerio del Deporte no funcione en Cali, la ciudad más olímpica de Colombia? O ¿es lógico que el ministerio de Defensa no funcione en Popayán, (Cauca, el departamento más violento de Colombia)?
Distribuir la institucionalidad a lo largo y ancho del país generaría mayor presencia del Estado, haría las ciudades más competitivas y el sector privado y las oportunidades laborales no se concentrarían solo en Bogotá. Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), el aporte que hace cada región al Producto Interno Bruto (PIB) se distribuye así: Bogotá 25,6 %, Antioquia en 14,5 %, Valle del Cauca en 9,7 %, Santander 6,5 %, Atlántico 4,4 % y el resto del país en 39,3 %.
Eso en cuanto a lo macro. En cuanto a lo micro, las ‘cachacadas’ son historia diaria en las regiones. Aquí van dos ejemplos populares narrados a esta columna de opinión por testigos directos de las siguientes situaciones:
Primer caso. El Código de Policía promulgado en 2016 tiene molestos a los comerciantes de los pequeños municipios porque ya no pueden vender cerveza a los campesinos o turistas que quieren pasar la sed bajo los parasoles en las plazas de los pueblos, las razones: “invasión al espacio público” y “prohibición de consumo de bebidas alcohólicas en el espacio público”. Así lo ordena la norma desconociendo que una cosa es beber en una acera de Bogotá y otra muy distinta en cualquier plaza de tierra caliente.
Segundo caso. En Montería, capital de Córdoba y ahogada por el humo del mototaxismo, para ir a los barrios periféricos no hay otra opción que agarrarse de la cintura del piloto de una moto. Recién salido el Código de Tránsito en 2002, que prohíbe el transporte informal en una ciudad que carece de transporte público en sus alrededores y que exigía a estos transportadores vestirse casi como ‘RoboCop’, sin si quiera tener la nariz descubierta pese al inclemente sol de 35 ºC y los tímidos vientos del Sinú, en una ocasión un policía paró a un motociclista costeño que viajaba con su cliente:
- Policía: “Buenas tardes, sus papeles por favor”
- Mototaxista: “Buenas, sí señor, aquí están todos”
- P: “¿Su casco y su chaleco reflectivo?, ¿y el del señor de atrás?”
- M: “Ajá, tú sabes que esa ley aquí no pegó”
- Risas…
Ante la situación, el retén de la Policía se percató que no solo él incumplía con la norma, en realidad, nadie cumplía con usar el caluroso casco y atuendo que se exigía. Frente al fracaso no pudieron inmovilizar todas las motocicletas de Montería.
De manera que, la discusión debe adquirir más profundidad que los regionalismos obtusos y radicales, no se trata de decir si es más berraco el rolo, el paisa, el valluno o el costeño, – excusas no mencionar a los 32 departamentos, pero así sería más aburrida la lectura -, tampoco se trata de mover la capital porque sí, es hacer una distribución inteligente del Estado, de la burocracia y así potenciar en todos los sentidos a las regiones.
Por: Cristian Torres Rodríguez