Por: Laura Medina Ruiz

Lo mínimo que podemos decir del reciente caso de violación a la niña embera por parte de 7 hombres que prestaban servicio militar es: doloroso y aberrante. Se quedan cortas las palabras para describir el dolor y la indignación que como país sentimos. De solo imaginarme la situación y el infierno que por turnos tuvo que padecer la niña, me dan nauseas.

Enfoquémonos en quien realmente importa: ella, la niña, la niña embera, la niña colombiana, la niña que como sociedad debemos proteger, la niña cuya vida inevitablemente cambiará, la niña que necesita de toda la atención del Estado, la niña que necesita todo el apoyo de su familia, de su comunidad y de Colombia. ¿Qué está pasando hoy con ella y con las miles de víctimas de abuso sexual infantil en nuestro país? ¿A cuantas niñas les ha pasado, por cuánto tiempo, quién las ha escuchado, cuántas han recibido justicia?

Este caso en particular, ha causado una justa y necesaria indignación, tratándose de una menor de edad indefensa y tratándose de 7 hombres que estaban prestando servicio militar pero que claramente no son merecedores de ser llamados militares. Son hombres ‘enfermos’, no encuentro otra definición para alguien que sea capaz de hacerle algo semejante a un niño o una niña. Sin embargo, como lo escribí hace poco en un trino:

“A los soldados de la patria los seguiré queriendo y defendiendo. Esos 7 violadores no representan la institución”. Me sostengo, no es justo enlodar el nombre de una de las instituciones más queridas por los colombianos, por delitos que cometan desadaptados que claramente no merecen pertenecer a ella, y que además merecen el castigo más severo por su delito.

Ahora bien, ¿Cuántos violadores impunes tenemos en nuestro país? Pero peor aún, ¿cuántos están hoy sentados en el Congreso de la República gracias a un fallido acuerdo de “paz”, que les ha otorgado completa impunidad a los más atroces crímenes, entre esos el reclutamiento forzoso y la violación sistemática de menores de edad en las filas de las Farc?

Para algunos la indignación aquí no existe, porque según ellos por la “paz” todo vale. Jamás seré cómplice de tremendos delitos, jamás justificaré a un violador, jamás estaré a favor de la impunidad y mucho menos cuando son los niños los que están de por medio. Debe quedarles algo claro a los colombianos, para los violadores no hay distinción, por eso no me cansaré de decir que los ahora congresistas de las Farc que dicen estar “indignados” por la violación de la niña embera, son la definición del cinismo en este país. Cuando ellos respondan a la justicia por las acusaciones de niñas reclutadas, abusadas y luego obligadas a abortar, ahí si que se indignen todo lo que quieran, por ahora sepan que seguiremos del lado de las víctimas que reclaman justicia, que reclaman verdad y que además reclaman respeto. Cuando al señor Timochenko, excabecilla guerrillero y ahora jefe político del partido FARC, le preguntaron por dos niñas, ahora mujeres, que afirman haber sido violadas por él, cuando apenas tenían 13 años y una de ellas hasta le pide hacerse una prueba de ADN para corroborar que tuvo un hijo producto de esta violación, al señor lo único que se le ocurre hacer es reírse.

No seamos selectivos, indignémonos por igual con TODOS los violadores que hayan en este país, así sean guerrilleros, paramilitares, soldados, curas, civiles, quienes sean, no importa, para los violadores no debe haber distinción y para todas las víctimas debe haber justicia. Por esto celebro profundamente la aprobación en el Congreso de la República la cadena perpetua para violadores de menores de edad, que la Corte escuche al país y que esto se convierta en una realidad en cuanto antes.

Con todo respeto, dedico esta columna a todas las víctimas de violencia sexual en nuestro país, especialmente a la niñez.

@LauraMedinaRuiz