Desde tiempos antiguos nos han educado con paradigmas masculinos, reflejándose en la actualidad en actos cotidianos aceptados en la sociedad moderna. Desvincularnos de esa educación cultural que nos han inculcado desde pequeñas es hoy un acto que se denomina activismo femenino por la equidad de género.
El género es la primera diferencia abstracta que nos da una identidad y que define muchas de nuestras acciones y concepciones del mundo a lo largo de nuestras vidas, por tanto, pienso que la equidad entre hombres y mujeres también es un estado mental y espiritual que puede ser alcanzado de manera consciente, en ese punto tomamos el control y programamos nuestra propia vida.
Tal como está organizada hoy la sociedad, bajo mi percepción, es difícil compaginar la inserción de la mujer si no empezamos por cambiar nuestros pensamientos, reformar los modelos antropológicos anteriores y llevar como un tatuaje en el alma la premisa de que la igualdad es un derecho y a la vez una virtud.
Y así inspirar, sembrar y liderar desde el ejemplo a nuestras niñas y adolescentes para romper estos modelos con los que convivimos desde pequeñas, heredados por nuestros padres y por su estado de consciencia; ahora bien, en pleno siglo XXI, aún llevamos en el inconsciente la superioridad masculina que ostenta un mayor grado de legitimidad.
Claro que existen diferencias biológicas entre hombres y mujeres, pero nada tienen que ver con las diferencias sociales que históricamente han sido generadas y están arraigadas psicológicamente a nosotros. Esto puede cambiar, toda concepción puede ser transformada y reprogramada.
Buscar la equidad no es equivalente a que hombres y mujeres seamos idénticos, es entender que somos únicos desde nuestras diferencias, para generar ese cambio que tanto queremos ver en el mundo. El sistema nos plantea el reto de reeducarnos, aprender a desaprender y dejar de hacer lo mismo de la misma manera.
Es descubrir que existen otros caminos dentro del ecosistema urbano, que los cambios también pueden hacerse interiormente y con la sabiduría que emana del silencio. Desde mi experiencia, la equidad de género debe alcanzarse mediante la lucha en los espacios psicológicos, éticos, sociales, activistas, mentales y espirituales.
Es la evolución consciente lo que va a cambiar nuestro paradigma actual. En la equidad los opuestos unidos son como un todo mutuo; mantenernos en equilibrio hace que todo funcione en armonía.