Hace pocas semanas se estrenó en la plataforma de streaming de Netflix la polémica película Cuties o como aparece traducida al español Guapis (se hace referencia a chicas muy atractivas -guapas- y referencia a que tienen corta edad). La serie se hacía auto propaganda con la siguiente descripción:
“Amy, de 11 años, quedó fascinada con un grupo de baile de ‘twerking’ y con la esperanza de unirse a ellas. Empieza a explorar su feminidad desafiando las tradiciones de su conservadora familia”.
En la película, a la protagonista (Fathia Youssouf), quien vive en el seno de una familia ultraconservadora, perteneciente al Islam, le dicen constantemente que las mujeres con poca ropa se irán al infierno, si es que no son la representación del demonio mismo, y que tiene que rezar para que Dios (Alá) las bendiga para merecer un buen marido y sabiduría para hacerles caso.
Todo margen al cual se refieren a la familia de la protagonista es para poder mostrar lo que es el “conservadurismo”. La película lleva al extremo todo lo que haga su familia para para poder justificar sus acciones, y tienen un propósito: tratar a todo el que se oponga a la sexualización de menores como “vieja escuela”, “opresores” o “coartadores de libertades”.
En esta película, la niña conoce a Angélica (Medina El Aidi), una chica de su misma edad en el edificio y quien hace bailes sensuales. (Las cámaras enfocan la cola de la chica mientras baila desde el primer momento…)
Posteriormente, se ve a la antes mencionada con Yasmine (Myriam Hamma), Coumba (Esther Gohourou) y Jess (Ilanah Cami-Goursolas), todas chicas de 10 a 11 años, vestidas con minifalda y exceso de maquillaje, siendo regañadas por la coordinadora de disciplina del colegio, a lo que ellas alegan “libertad” para vestir como quieran.
En la producción, Amy y sus amigas ven cómo baila la competencia y en un video observan que una de las chicas del otro grupo muestra uno de sus pechos, por lo cual Amy entiende que deben ser mucho más sensuales para ganar el concurso. El mensaje que queda es: “entre más sexy seas más ganarás”.
Después de mucha práctica, nuestra protagonista crea una coreografía apta para un público adulto. Estas escenas abarcan la mayoría de la película. Otro ejemplo es cuando el grupo de amigas intenta entrar a un establecimiento sin pagar la entrada y, para lograrlo, Amy le baila de manera sensual al guardia que tiene alrededor de 40 años. En esta escena le enfocan a la actriz el cuerpo y su ombliguera mientras baila.
Esta acción no tiene ninguna crítica por parte de la película, por el contrario, y sin consecuencia alguna, el guardia, con cara de maravillado, las deja continuar con su camino mandando un mensaje siniestro a los espectadores.
Al final, después de incontables barridas de cuerpo a las menores, sexualizándolas con poses y maquillaje extravagante, Amy es expulsada del grupo de baile por haber publicado la foto de su vagina en lo que en la película sería “Facebook” (y además mata a una compañera para volver al grupo de baile que luego abandona).
El punto en cuestión es que, al parecer, no está mal sexualizar a niñas de baja edad, lo malo es que a usted le guste. Mariangela Urbina, de la sección ‘Las Igualadas’ del diario El Espectador, justificó todo lo antes mencionado y, junto a una ‘experta’, afirmó lo siguiente: “la película no sexualiza, tú lo haces”, y lo justificaban porque la película ganó un premio en Francia (típica justificación colombiana) y porque la directora era de color, nacida en Senegal (como si eso justificara la sexualización de las niñas).
Claramente lo que se busca es que exista aceptación con menores sexualizadas, que mayores disfruten de ver niñas haciendo poses sugestivas y, eso sí, el del problema es aquel que ‘sexualizó’ a la menor de edad, que de manera libre y empedrada manda selfies de sus pechos, todo un absurdo.