La crisis socioeconómica actual producida por el covid-19 ha llevado a casi todos los países alrededor del mundo a reinventarse y buscar nuevas alternativas para reactivar la economía. Colombia, por su parte, tiene una excelente oportunidad en la industria del cannabis, pero si nos descuidamos seguramente perderemos la posibilidad de ser líderes a nivel mundial y todas las ventajas que esto significaría para la economía colombiana.
Ya han pasado 4 años desde que fueron expedidos los decretos que daban el marco regulatorio para la industria del cannabis medicinal, y pese a que fuimos de los pioneros en América Latina, ya existen varios países que están avanzando a pasos agigantados y podrían significar una amenaza para los productores nacionales.
Ecuador, México, Brasil y Perú son solo algunos de nuestros vecinos que no sólo usaron nuestro marco jurídico como base, sino que además implementaron mejoras que les da ventajas comparativas a sus empresas y, por ende, mayor dinamismo y versatilidad para responder a las necesidades del mercado.
En Colombia se han emitido más de 500 licencias de cannabis y aun así siempre oímos hablar de las mismas 5 empresas que están liderando el sector, aquellas que han realizado inversiones de varias decenas de millones de dólares gracias a la inyección de capital extranjero. Pero, ¿qué pasa con el 99 % de las empresas restantes? ¿Cómo podemos hacer para dinamizar el sector en general?
Hay muchas pequeñas y medianas empresas de cannabis que están sufriendo por falta de recursos, ya que fueron pocas las que lograron conseguir grandes inversionistas extranjeros, lo que dejó como resultado a un puñado de empresas que lograron integrarse verticalmente desde la parte agronómica hasta la parte químico-farmacéutica, pero el resto de los productores tienen que buscar donde realizar las extracciones de flor para poder llegar a un producto exportable con valor agregado.
Si bien es cierto que existen equipos de trabajo en Procolombia que están en la búsqueda constante de inversionistas para cannabicultores, ésta labor se queda corta por dos principales razones: La cantidad de empresas que están buscando capital, y la calidad y el alistamiento de estas. Hay muchas empresas buscando, pero pocas de ellas tienen las condiciones deseadas por los inversionistas sofisticados.
Así que le queda una labor muy importante al gobierno, quién por el bien de la economía nacional debería buscar la forma de crear un programa mucho más robusto que permita ayudar a las empresas a prepararse para conseguir inversión para posteriormente conectarlas con inversionistas. Colombia podría ser un clúster de cannabis que integre toda la región Latam si logramos que sean muchas, y no pocas, las empresas verticalmente integradas.
Por otro lado, muchas empresas están enfrentándose a situaciones difíciles por falta de conocimiento técnico en la parte agrícola. Recordemos que, por lo novedoso del sector, es muy difícil encontrar personas con conocimientos técnicos avanzados en la producción de cannabis a gran escala, lo que se ha traducido en muchos errores y, por ende, mucho capital de trabajo desperdiciado.
Es cierto que varias universidades como la Nacional, el Rosario, los Andes, o la Jorge Tadeo tienen programas de educación continuada, pero urge la estructuración de más carreras y posgrados formales, ojalá con validez internacional, que tengan relación directa con la industria y que se enfoquen en cubrir esos vacíos de conocimiento que están quitándole velocidad al mercado.
Finalmente, el mayor dolor de cabeza para la mayoría de las empresas es la parte comercial. Sabemos que el mercado de cannabis tiene expectativas de crecer hasta más de 166.000 millones USD en 2025 (Informe Fedesarrollo 2019), y sabemos que hay mucha demanda, pero aun así falta un ente público que ojalá se enfoque únicamente en dinamizar y conectar los diferentes actores de esta industria, que tenga la capacidad y la posición de identificar sinergias y generar proyectos conjuntos entre empresas.
Queda mucho camino por recorrer para que esta industria alcance su potencial y sabemos que en el futuro muchos otros países entrarán el mercado. Así que está en las manos del gobierno y los cannabicultores nacionales el reto de crear un entorno que promueva la generación de conocimiento, la tecnificación y la innovación de tal manera que generemos ventajas competitivas sostenibles en el tiempo y que podamos, por fin, olvidarnos del discurso de que la mayor ventaja del país es su ubicación geográfica ecuatorial y los costos comparativos de la mano de obra. La oportunidad está ahí, es nuestra decisión si la dejamos pasar.