Por: Daniel Fernando Mejía Lozano

En un país de profunda desigualdad y pobreza, donde elegimos congresistas que llegan pobres al capitolio y salen millonarios, sin olvidar alcaldes afiliados al Sisben y diputados que hacen negocio con los recursos de la salud, no sorprendería que sean los políticos los primeros en adquirir la vacuna, entendiéndose que son ellos los mesías elegidos por el pueblo para salvar la humanidad.

La pésima política exterior del presidente Iván Duque se refleja en que, a la fecha, cuando ya se han aplicado millones de vacunas en el mundo, no ha llegado a Colombia la primera. Este es un país del tercer mundo en conflicto interno sin salida, con instituciones corruptas en las cuales los ciudadanos no confían.

En Colombia se puede morir todo el mundo menos los políticos, ellos son los defensores de la patria. Se les perdonan todos los pecados capitales, además porque su alta jerarquía, que pasa por encima de cualquier pueblerino, no permite que nada se cuestione, el que lo haga será condenado a la horca. Si no pregúntele a Jaime Garzón.

Colombia es el país de los estratos, “los ricos se creen ingleses, los intelectuales franceses y los demás mexicanos”, lo decía Garzón, y las vacunas no son la excepción; serán estratificadas de acuerdo a la marca y por supuesto a su eficacia. Nadie tiene derecho a cuestionar a Duque su majestad. Ni siquiera los alternativos santistas, vestidos de verde en el Congreso, tienen derecho a hacer el control político que anhelan como el agua en el desierto. En la secta del poder republicano, el cuartico de hora se respeta.

A manera quijotesca de proposición utópica, en esta columna quiero proponer que se les mienta a algunos de los políticos y en lugar de ponerles la vacuna del covid-19, se les aplique a todos los mesías la vacuna contra la corrupción, es posible que después de ello pierdan el olfato para robar y el gusto por los recursos públicos.

En el momento de escribir esta columna se han administrado más de 4,4 millones de dosis de vacunas en nueve países, claro países del primer mundo, los indios latinoamericanos que viven en la pobreza pueden rezar.

La falta de gestión de los presidentes latinoamericanos y la manera como se arrodillan a los países del primer mundo, los convierten en responsables de la pérdida de miles de vidas en todos los países del continente, también sorprende la ausencia de la Organización Mundial de la Salud y la ONU, organizaciones que se ufanan por defender los derechos humanos en el discurso, pero en las acciones hacen muy poco.

La evolución social se logra cuando el político adquiere la conciencia de que su rol es para servir al pueblo no para hundirlo. Mientras el político esté al servicio del mercado y se encuentre en el poder solo por negocio, difícilmente se logrará un equilibrio comunitario que dignifique la vida construyendo el desarrollo global sostenible real, donde el humanismo gobierne por encima de las falsedades que han cambiado la dirección del mundo y hoy lo tienen en medio del colapso.

 @Daniel_MLozano