Está pasando. La situación de los bares y discotecas, a casi once meses de haber sido declarada la emergencia en el país, es alarmante. Y ellos han hecho de todo. Desde el día cero, varios gremios que representan a este sector de la economía han tenido reuniones con altos funcionarios del gobierno para buscar soluciones (porque claramente serán los últimos en abrir), pero no ha pasado nada. Todo lo contrario, los han dejado morir lentamente bajo la mirada complaciente y terca de casi todos, incluyendo la de los gobernantes.
Piden a gritos que los dejen trabajar y con justa razón: antes de la pandemia empleaban a casi 300 mil personas directas (solo los bares) y alrededor de 500 mil los restaurantes, invirtiendo más de un billón de pesos en licores y refrescos, y con ventas cercanas a los 3.9 billones de pesos.
Pero a corte de enero las cifras más que escandalosas, dan tristeza: 20 mil de estos establecimientos quebraron en todo el país en lo corrido de la pandemia, según Camilo Ospina, presidente de Asobares, el gremio que agrupa los bares y discotecas, los que han funcionado lo han hecho con el 35 % de aforo, teniendo que despedir personal y con lo que evidentemente no generan las mismas ganancias para sostener arriendo, servicios, suministros y todo lo que implica mantener un local de este tipo.
El panorama es tal que, en Bucaramanga, apenas anunciaron los cierres por el segundo pico de la pandemia los propietarios de estos establecimientos revelaron que en solo el 2020 las pérdidas fueron de más de 50 mil millones de pesos; en el Eje Cafetero cerraron el 40 % de todos los establecimientos; y en Bogotá solo el primer cierre a inicios de enero generó el 49 % de las pérdidas nacionales del comercio global, algo así como 6 billones de pesos, según Fedesarrollo.
Y mientras ellos se desangran, dejan imágenes emblemáticas como la de los comerciantes de Usaquén (zona rosa de Bogotá) pidiéndole a la alcaldesa, Claudia López, que reconsiderara el primer toque de queda en enero, pero ni ella ni nadie de la administración los quiso atender. Estaba ocupada con sus vacaciones.
Y justamente esa indiferencia es la que duele. El sector nocturno es quizás el único que ha presentado semejantes pérdidas. Los demás empezaron a funcionar con restricciones a los pocos meses de haber iniciado la cuarentena, pero a los clubes, discotecas y bares solo les dieron un respiro a finales de septiembre que les duró dos meses, sin contar que les exigieron convertirse en gastrobares cuando muchos no tenían ni el billete ni las instalaciones para hacerlo.
Entonces, algunos se preguntarán: ¿deberían abrir estos establecimientos para que la gente vaya descontrolada? Pues no, pero por lo menos deberían respaldarlos con servicios públicos, arriendos, impuestos, porque lo que sí es cierto es que son focos de contagios menores en comparación a las aglomeraciones en espacio público, fiestas clandestinas, las reuniones sociales y ni hablar del transporte público, entiéndase Transmilenio en hora pico, y hasta las grandes superficies comerciales.
Esto no es, como dicen algunos, preocupación de un grupito de locos que están hartos de estar en la casa. La situación es crítica porque, además, los comerciantes en general han cumplido con las exigencias para funcionar, pero los gobernantes les han visto la cara.
De ahí la insistencia de estos empresarios que emplean meseros, bartenders, djs, productores, personal de seguridad y logística, señoras de cocina y el comercio informal que hay alrededor de ellos. Los gobernantes pueden hacerse los de las gafas con esta situación, pero no pueden ignorar que día a día hay más personas del sector nocturno pasando hambre, situación que en algún momento les pasará factura por su indolencia.
Este espacio estará dedicado a la música, cultura, algo de política y temas de interés nacional, y siempre estará acompañado por una recomendación musical retro. Acá va la de esta semana:
Gimme, Gimme, Gimme, de ABBA, canción de 1979 que ha trascendido décadas y hoy es una de las más sonadas y sampleadas de esa generación por los djs.
Y recuerden: amen, rían y bailen.
Mr. Trouper