Por: Libardo Aldana

En Colombia los mismos partidos políticos tradicionales, y las mismas personas han gobernado por más de 50 años. No solamente dentro del escenario nacional, sino en el ámbito local, casi que en todos los municipios del país pasa algo similar: llega a gobernar la persona que más invierte en su campaña, generalmente el familiar o amigo del alcalde que lleva su tradición de no soltar el poder de generación en generación, así que vemos continuamente personajes sedientos de dinero tratando de no perder su posición. Estos utilizan la coacción de su cargo para prácticamente obligar a sus electores a elegir el candidato de su preferencia, usan la burocracia, y comprometen la contratación a los que financian sus costosas campañas políticas de populismo y artimañas, que inevitablemente se traducen en incompetencia.

Sin embargo, desde el auge de las redes sociales, y por qué no, la pandemia, ha hecho que la ciudadanía se quite esa venda de los ojos, o tal vez, la miseria en la que se vive por vender la conciencia ha hecho que cada día más resalten liderazgos reales, que trabajan día a día por sus comunidades, ya sea con pedagogía ciudadana o haciendo un control político, mediático y con transparencia.

Un ejemplo sobre un liderazgo distinto es Sebastián Ruano, un joven boyacense que ya era conocido en Bogotá y varios lugares del país por su liderazgo en temas de paz, democracia y juventud; que ha representado a Colombia ampliamente en cuatro continentes y que le apostó a cambiar la manera de hacer política. En 2019 buscó ganar la alcaldía de Santa Rosa de Viterbo, sin ser conocido por más de dos o tres personas, sin contar con una lista al concejo, y el respaldo de ningún partido político tradicional que lo apoyara, un total ejemplo de outsider.

Por otro lado, realizó una campaña con muy pocos recursos que le aportaban los mismos ciudadanos y que, según el joven Ruano, se debe a la esperanza del cambio y no a la búsqueda de los usuales puestos políticos. No obstante, pese a tener todo en contra, quedó a algo más de 100 votos de conseguir la alcaldía, y sorprende, sobretodo, por que, según las personas, competía con tres políticos tradicionales que llevaban años en la política del municipio.

En Colombia este tipo de acontecimientos son para contar, ya que no cualquier persona asume un liderazgo territorial y menos cuando se ha conseguido espacio en la capital. Enfrentarse a maquinarias y romper tradiciones de años parece una historia sacada de historietas, la experiencia en el liderazgo se nota cuando estas situaciones ocurren.

Ahora bien, este boyacense aceptó la curul del Concejo, en donde ha enfocado su trabajo a hacer una oposición de carácter público, sabe que con el cariño de la gente es suficiente para poder cambiar muchas realidades. Le han ofrecido espacios tentadores, pero tiene ese espíritu de decidir por convicción y no por dinero, dice que tiene una idea para hacer la educación universitaria pública casi gratuita para los más necesitados y seguramente la seguirá.

Por último, aunque tiene como prioridad su municipio, participa, lidera y organiza movimientos nacionales que resultan en participaciones en el Senado (muy raro para cualquier concejal), activismo juvenil, medioambiental, y en acontecimientos de su pueblo, como por ejemplo el incendio de días pasados, en donde participó activamente con la comunidad para que juntos mitigaran el fuego.

En conclusión, esta historia es motivadora, ya que anima a los nuevos liderazgos a luchar en pro del servicio a sus comunidades e invita a los jóvenes a seguir transformado y dando la cara por su gente, y aunque hay obstáculos en el camino, con honestidad y servicio, podrá mejorar las realidades de su gente.

Ojalá hubieran más líderes y menos políticos.

Twitter . @AldanaLibardo