En nuestra mente rondan diariamente miles de pensamientos. Aquellas conversaciones que tienen que ver con nuestro cuerpo, nuestra intimidad y nuestras relaciones las generamos con más libertad en nuestra cabeza.
Muchas veces con máscaras de mil colores, aparentando lo que no somos o reteniendo emociones, sentimientos y deseos. ¿Por qué?
Quizá porque creemos que lo que podemos decir y hacer abiertamente lo define la sociedad en la que vivimos y esas normas sociales están controladas por nuestros gobiernos, comunidades, nuestra familia, pareja y amigos.
Poder decidir sobre nuestro cuerpo y nuestra vida sexual es un derecho humano básico, está claro, y comulgo con esta premisa. Hablamos de la libertad de poder ser, pero ¿hasta dónde puedo llevar esa libertad sin que se convierta en degradación?
Canciones con mensajes degradantes, la instrumentalización de la mujer, las llamadas “relaciones abiertas”, las drogas, la influencia de los medios de comunicación, las redes sociales y el bum de las OnlyFans como una forma de «emprender «, ¿son formas de exorcizar los fantasmas que llevan dentro adolescentes, hombres y mujeres? o ¿formas de transmutar el dolor, el miedo, la soledad, el afán desmedido por demostrar su hombría o cumplir como mujer con los estándares de belleza para encontrar la “pareja ideal”? o ¿son la nueva moda para obtener miles de likes y satisfacer el ego?
En la historia de los seres humanos la aplicación de normas es una constante, probablemente también en la prehistoria hubo normas entre las comunidades humanas. Las normas son una necesidad y emanan de un sentido práctico a la vez que moral para ajustar la convivencia de las tribus, pueblos regiones o países.
Los valores morales son guías de la conducta de las personas. Su finalidad a nivel social es asegurar la convivencia, el bienestar emocional, mental y el respeto mutuo. Desde mi experiencia, cada hombre y mujer poseemos algún valor que le da sentido a nuestra vida.
Salir de ese sometimiento al que por siglos se tenía a la mujer, romper paradigmas, quitar etiquetas, quitar esa autonomía social que propone la constitución, los movimientos feministas, el acabar con el patriarcado y el machismo, el disfrutar de una plena y sana sexualidad, saber decir NO, fortalecer nuestro carácter y el reconciliarnos con nuestra esencia, para mí, son válidos.
Valoro ese despertar de consciencia, ese empoderamiento, esa transformación de oruga a mariposa, todo esto sin perder el rumbo, sin cumplir expectativas de masas, dando valor a su cuerpo, amor a su esencia de mujer y respeto a la vida.
Las nuevas generaciones de niñas y adolescentes deben dar valor a las nuevas tecnologías, pero con moralidad y respeto, empezando por el amor propio, el uso no justifica el abuso, los medios de comunicación tienen gran responsabilidad en esa re-moralización social que permita empoderar a la mujer y dar valor a su cuerpo y esencia. El valor de la mujer se construye socialmente desde todos los ámbitos y no podemos pasar de la libertad al libertinaje, es importante hacer un alto en el camino y revisar qué libertades mediáticas han instrumentalizado a la mujer.