Por: Sebastián Díaz López (Mr. Trouper)

El regreso de ABBA puede considerarse la noticia musical de la década. Durante más de 20 años, empresarios, productores y artistas estuvieron detrás de los cuatro miembros del legendario grupo sueco para realizar conciertos y publicar canciones, pero nada los había hecho cambiar de parecer. Ni siquiera cuando a inicios de los 2000 les ofrecieron 1.000 millones de dólares por una gira (la segunda oferta millonaria que le hacían desde su separación en 1982), que declinaron, lo que los llevó a convertirse en la banda más valorada del mundo para un espectáculo.  

Aún Madonna no había publicado Hung up, con el sample de la que es quizás hoy la canción más famosa o sonada de ellos: Gimme, Gimme, Gimme! Éxito de 1979 que revivió a la reina del pop en los charts del mundo en el 2005; y ni siquiera estaba en pañales la película Mamma Mia, basada en los grandes hits de los suecos. Solo había pasado con éxito los A*Teens, que tuvieron una fama estridente, pero efímera tras cantar las canciones de ABBA en su álbum debut a finales de los 90 ‘s. 

Pero lo que nadie había visto, era que el fenómeno sueco de los 70 ‘s estaba reviviendo con potencia y estaban por venir las “gracias”, homenajes y tributos por parte de cientos de artistas pop, pasando por el rock hasta la música electrónica que hoy conocemos. 

De ahí la importancia para la industria musical que un grupo como este, que tuvo éxitos hace más de 40 años, siga tan vivo hoy en la cultura popular del mundo. Nada más, días después de que los suecos anunciaran al mundo su regreso, en New York, donde vivo, empezó a circular en redes una fiesta en homenaje a ellos. Claramente asistí y se llenó totalmente. 

Y la sorpresa más grande es que de las cientos de personas que estuvimos allí, yo era uno de los más “veteranos” (y no joda: tengo 31 años recién cumplidos). Eran chicas y chicos cantando, más extasiados que yo (eso ya es mucho por decir), las canciones de este cuarteto y otros clásicos del pop, rock y disco de los 70 ‘s y 80’ s. Y, por si fuera poco, ya hay otra fiesta tributo en un club diferente para el próximo 18 de septiembre.

Ese es justamente el legado de ABBA. Un grupo pop sueco que se abrió paso en la industria de la música en la década de los 70’s, cuando las listas musicales solo tenían ojos para los ingleses y estadounidenses, y más cuando el universo se estaba recuperando de la tusa que le generó la muerte de Elvis Presley (EU) y la separación de los Beatles (UK). 

Solos, sin apoyo de las principales disqueras y de un país en el que los únicos referentes para el mundo eran su lejanía, el frío escandinavo y la marca de automóviles Volvo, se abrieron paso y han vendido casi 400 millones de copias de sus discos y sencillos a lo largo de esas décadas.

Colonizaron Australia, luego igualaron en éxitos a los Beatles en su propia tierra y, en menor medida, le dijeron al país del Tío Sam que no estaba de moda si no bailaba Dancing Queen, mientras recibían críticas diversas por su estilo musical. El resto es historia. 

Lo que Agnetha, Benny, Björn y Anni-Frid hicieron por el pop mundial, especialmente el europeo, es extraordinario. Pavimentó la carretera para que otros artistas de su misma región tuvieran éxito en Estados Unidos: Roxette, Ace of Base, Europe, A-ha, Aqua, Fun Fun. 

Cimientos que les sirvieron, por ejemplo, en los 90’s a los artistas de trance, eurodance, techno y demás géneros para que, con solo sonreír y tener talento, las puertas se les abrieran, pues su música viene de un legado de los primeros hits dance de franceses, italianos, alemanes, daneses, etc; que lograron conquistar otros países y culturas, pues la industria musical ya veía con buenos ojos lo que no solo era ‘made in Inglaterra’.  

Lo digo de otra manera: así como Michael Jackson tumbó la puerta racial que había para que artistas afroamericanos tuvieran éxitos en las listas de blancos, ABBA armó ese camino que le mostró al mundo que el pop y, posteriormente, el dance y sus derivados no son solo cosa de gringos e ingleses. 

En fin. No sé qué hubiera sucedido si ABBA hubiese nacido en Chicago o Liverpool. Probablemente, sería la franquicia más importante de la industria de la música en su historia y el mundo se hubiera perdido de los miles de artistas que desde los 80 ‘s han puesto a bailar y a cantar a millones. Larga vida al más grande grupo pop de la historia.

En vinilo: les comparto una extracto que el dj francés Foulamor pincha en uno de sus toques. Es ‘Gimme, Gimme, Gimme’ y ustedes pueden ver la energía de la gente cuando suena; energía que vi también en aquella fiesta de hace unos días en Manhattan. Pocas canciones de los 70’s logran eso.  

Y recuerden: ¡amen, rían y bailen!

Twitter: @Mr_trouper