Por: Leonardo Urrea

La situación actual de Colombia, en términos sociales, económicos y políticos, es verdaderamente crítica. Nunca el país en su historia reciente había tenido una crisis como ésta: se quebraron cientos de miles de empresas, casi la mitad de los colombianos se encuentran en situación de pobreza, y el desprestigio de los partidos políticos y los medios de comunicación está en máximos históricos. 

La gente está cansada de la situación económica, la corrupción, el elevado desempleo, y de unas peleas políticas que no sienten propias. El negativismo general es completamente entendible. 

Una nueva esperanza, una luz al final del túnel, sólo será posible mediante la formulación de una nueva estrategia de desarrollo económico de largo plazo que trascienda las próximas elecciones.

La pregunta que surge, a raíz de nuestros problemas, es:¿Qué queremos hacer con el país? Tanto pesimismo sólo es un síntoma de un país que no tiene claro, ni siquiera entre sus élites, qué quiere ser. La sociedad colombiana debería proponerse una transformación en los próximos 50 años que la convierta en una sociedad de altos ingresos, con movilidad social, igualdad de oportunidades, y sostenibilidad ambiental. 

Es obvio que es muy fácil decirlo, pero lo más difícil es responder  “cómo”. Lo primero es abandonar la visión cortoplacista donde sólo se piensan políticas para 4 años de gobierno. Lo segundo es comprender cuáles son los retos por resolver. 

En mi criterio, el país tiene tres retos principales: incrementar la productividad, mejorar la efectividad de la gestión pública, y consolidar los instrumentos que promuevan la movilidad social. 

La productividad tiene que ver con la forma en la que usamos los insumos disponibles en el país (habilidades, capital, tierra, tecnología) para generar bienestar material a la población. En Colombia, el crecimiento de la productividad poco ha aportado al crecimiento del país. Por ejemplo, el ingreso por colombiano representa sólo 24% que el de un trabajador de Estados Unidos. 

Las causas de esa baja productividad tienen que ver con un entorno contrario al desarrollo empresarial y agrícola, baja calidad y pertinencia de la educación. Las reformas para solucionar la baja productividad de la economía comprenden cambios en el sistema de investigación, innovación y desarrollo, en la promoción del desarrollo empresarial y agrícola, en el sistema educativo en todos sus niveles, en consolidar y mejorar la infraestructura y el desarrollo urbano, y en racionalizar marcos regulatorios de la actividad económica que sólo benefician a los amigos del poder. 

De otra parte, la gestión del Estado determina la calidad y la oportunidad de los bienes y servicios públicos y la forma de financiarlos. La función pública puede romper barreras para incrementar la productividad, y promover el desarrollo empresarial y el empleo, así como construir un ambiente de certidumbre jurídica y de solución efectiva de conflictos. 

En Colombia, lamentablemente la eficiencia de la gestión pública deja mucho que desear. En primer lugar, el sistema tributario no es ni equitativo ni eficiente, promueve la informalidad, y no es amigable con el proceso de generación y crecimiento de negocios.  En segundo lugar, la calidad del gasto público es baja en todos los niveles de gobierno, no hay mecanismos permanentes de evaluación y retroalimentación del gasto público, ni hay procesos reales de planificación de largo plazo. Finalmente, la justicia es parcializada y deficiente en sus tiempos y costos, tiene una deficiente efectividad en investigaciones criminales y una corrupción galopante.

Colombia debe emprender una transición tributaria hacia un sistema más proclive a la inversión y más justo, debe enfrentar el problema de la calidad de gasto para legitimar la acción del Estado, y debe lograr la anhelada reforma a la justicia. Sin estas reformas, el Estado colombiano seguirá siendo ese mal padre que llega borracho todos los días, nunca ayuda a sus hijos con las tareas, se roba lo del mercado para el vicio, y cuando los hijos no responden en el colegio, los golpea o los echa de la casa haciéndose el digno. 

La recuperación de la clase media y la garantía de movilidad social es otra gran tarea. 22 millones de colombianos están en pobreza en este instante, la desigualdad de oportunidades es rampante, y los pocos sistemas de apoyo están diseñados para ampliar las brechas (pensiones), están mal focalizados (educación superior), o sirven para mantener parásitos de la política. En esta esfera entran las necesarias reformas pensionales, de sostenibilidad financiera del sistema de salud, para combatir la informalidad, y para mejorar la asignación y racionalización de subsidios. 

Con todo esto, para que cada colombiano pueda tener unos objetivos en su vida, y la sociedad le provea las herramientas para lograrlos a través de su propio trabajo, el país necesita una nueva estrategia de desarrollo basada en la solución a los problemas mencionados. Cada uno de estos retos, con sus respectivas reformas, no están exentos de complejidad política y técnica. Sin embargo, el país debe volver a pensar en grande, dejar la infantil costumbre de debatir sobre personas y no sobre ideas. Todos estamos llamados a construir esa nueva esperanza.

Twitter: @ilur91