Por: Lorens Riquett

Proverbio para la vida: ´Dejad que los corruptos se quemen lejos de ti y nunca permitáis que se acerquen porque de tales son las cárceles del territorio colombiano´.

Con este proverbio no quiero que crean que tienen las facultades para condenar a un corrupto al lago de fuego y azufre por sus pecados. Eso déjenselo a cualquier dios que ustedes adoren. Sin embargo, tampoco quiero que crean -como sí hizo Petro- que tienen la potestad de afirmar, con tanta seguridad, que un corrupto ha dejado de ser aquello que hoy lo hace llevar sobre la espalda una condena de 14 años, como es el caso de Iván Moreno.

Puede que sí, que Juan Fernando Petro haya visitado La Picota para actividades de su fundación y para desarrollar los trabajos que adelanta junto con la Comisión Intereclesial de Justicia, Paz y Reconciliación. Perfecto. Lo que no me termina de calar de todo esto es, en realidad, la parte en la que el candidato a la presidencia mete las manos al fuego por Iván Moreno y aclara que no “es” corrupto, sino que “fue”, así, en pasado; como si pudiera dar testimonio de ello.

No entiendo cómo funciona esta lógica de justicia en su cabeza ¿Él hace las veces de investigador, de juez, de vigilante y de conciliador, todo al mismo tiempo?

Lleva más de 10 años de su carrera política diciendo que él fue quien mandó a la cárcel a todos los del carrusel de la contratación, ¿y ahora tiene los suficientes argumentos para exponer que ya no es el mismo delincuente condenado en La Picota? Y, como si fuera poco, de paso también nos extiende la invitación para hablar con Iván como si fuéramos una misión de Jesuitas.

Entiendo que la lógica del Pacto Histórico se fundamenta, según dice en sus discursos, en el perdón como constructor de paz y en llegar a acuerdos con sectores distintos para generar mayor armonía social. Hasta ahí todo bien. Sin embargo, una cosa es referirse a sectores políticos distintos, es decir, militantes y partidos de otra corriente ideológica, y otra cosa es hablar de un perdón con delincuentes.

La discusión tiene que darse, sí; pero ese perdón social que él instrumentalizó en sus tweets se refiere a otra cosa: a lo que intenta hacer la Jurisdicción Especial para la Paz, por ejemplo.

Si un corrupto quiere colaborar para que lo perdonen, pues que diga qué hizo la plata, pero que utilice otras herramientas como los preacuerdos con la Fiscalía, no la benevolencia de la sociedad.

Los corruptos son tesos, no creo que a Petro se le haya olvidado. Por algo se ganan el título del mayor cáncer de Colombia. Pueden vestirse de ovejas y aprovecharse de cualquier indulgente.

¿No pasó con Emilio Tapia en 2010? Ni siquiera respetó que colaboraba con la Fiscalía para triplicar su fortuna al utilizar a su primo como testaferro ¿No pasó con Inocencio Meléndez? Él, en una entrevista con La Nena Arrázola para Los Informantes, se arrepintió públicamente de haber aceptado el cargo de subdirector jurídico del Instituto de Desarrollo Urbano de Bogotá, pero luego, ¡Oh sorpresa!, Salió involucrado  en el escándalo de Centros Poblados.

Que Iván asista a todas las charlas con psicólogos y que lea todos los libros de autoayuda del mundo. Perfecto para él. Iván merece un perdón, sí, un perdón de su familia, de sus allegados y de todo aquel que pueda hacer a un lado que él fue uno de los responsables de provocar un hueco en las finanzas regionales, un daño profundo en la legitimidad de las instituciones y un atraso en el desarrollo vial de Bogotá.

En este caso no se puede hablar de un perdón colectivo pues, de ser así, también hay que darse la mano con los que embolataron los 70 mil millones que dejaron sin internet a cientos de niños en zonas rurales, y yo hasta allá no llego.

La verdad es que mandar a leer un artículo no es suficiente para explicarle a los colombianos qué entra y qué no en ese “perdón social” de este personaje lleno de acercamientos abstractos que también dio bastante de qué hablar con su defensa a Luis Pérez. Pero bueno, parece que reconocer los errores nunca es una opción.

Twitter: @lorensriquett