En la actual contienda electoral se ha hecho visible como se anula la práctica política para lograr los fines políticos. La decisión del candidato Rodolfo de no asistir a debates no es una práctica solo de él, sino de todo el régimen político: desconocer al contradictor, al opositor y las motivaciones del contrario fue una practica recurrente en el gobierno de Iván Duque, solo para colocar un ejemplo.
Lo que Rodolfo llama políticos ladrones realmente es la punta del iceberg de una red y grupos de apropiación de los recursos públicos por parte de empresarios, que son los que financian y hacen que sean elegidos ciertos representantes para su beneficio particular como funcionarios del Estado. No es necesario que el funcionario se robe los recursos, basta con que represente los intereses de un conglomerado empresarial para hacer parte de la dinámica de corrupción, por ejemplo el caso de Vitalogic, donde nadie señala a Rodolfo de robarse un peso, pero si beneficiar la adjudicación de un contrato.
Y aunque el problema de la corrupción es estructural del Estado, este no es el único problema de nuestra sociedad y por tanto de la contienda electoral. Las elecciones son para la democracia liberal la máxima expresión de libertad política, pero eso es totalmente discutible y limitado, y la muestra la tenemos en la actualidad. Si bien sabemos que los debates electorales tienden a convertirse en un circo entre los candidatos, no implica que a esto se restrinjan los debates entre los candidatos.
Lo importante del debate es el intercambio de ideas, no importa si es con lenguaje coloquial o con mayor elaboración, lo que se pone a debate es un proyecto, una visión de país, un debate sobre el futuro, sobre como queremos vivir como sociedad.
Hannah Aredt, filosofa Alemana y judía, expresa que la política se basa en la pluralidad de las personas. La política permite renovar y proyectar la vida en sociedad, y esto solo puede hacerse en el espacio público, es allí donde la pluralidad se expresa en total libertad e igualdad, y solo puede hacerse en la interacción social, en éste caso en el debate.
Contrario a ello la campaña del candidato Rodolfo ha estado marcada por la suplantación de la práctica política por el marketing, entendiendo este como el conjunto de técnicas que buscan mejorar la comercialización de un producto. Rodolfo presidente es el producto, no importa si es con publicidad engañosa u ocultando sus verdaderos intereses, lo que importa es llegar a la presidencia.
Lo que se ofrece de publicidad son cuatro ideas simples: no robar, no mentir, no traicionar y no impunidad. Lo que aun no sabemos es cómo eso que suena tan bonito resuelve los problemas de un país tan combulsionado política y económicamente, máxime cuando la práctica de la política del candidato Rodolfo es negarse a discutir con el otro para no verse sometido al cuestionamiento público.
El arte de la política es tejer las ideas en medio de la diferencia, de la pluralidad, de los distintos intereses. No podemos olvidar que nuestro país tiene una dinámica impuesta por cierto tipo de contradicciones que se expresan en el seno de la sociedad colombiana y que son el producto de las grandes desigualdades que ha generado el régimen político. Estas contradicciones se han minimizado, simplificado y se ha buscado negar y estigmatizar llamándolas: “polarización”.
Lo que se ha denominado “polarización” son las opiniones que expresan las contradicciones políticas, económicas, jurídicas y culturales de nuestro país. Lo que debe de llamarnos la atención y prender las alarmas en cualquier sociedad son las posiciones unánimes, carentes de crítica, contradictores y que huyen del escrutinio público.
Una de las consecuencias de esta guerra tan prolongada es que el contradictor es visto como enemigo y el enemigo se aniquila, se chuza, se le pega en la cara o se le ofrecen tiros. Basta con mirar las cifras que publicó Indepaz de muertes durante estos últimos cuatro años del gobierno de Iván Duque para entender lo que lleva la ausencia del diálogo político en la aplicación de las políticas de gobierno. En estos cuatro años se han registrado 930 asesinatos a líderes sociales, 245 a firmantes del Acuerdo de Paz, 80 víctimas del estallido social y 261 masacres. La falta de diálogo y de acción política tiene por costo en nuestro país la vida de seres humanos.