Más libertad, menos Estado.
En el mundo actual parece ser un pecado nacer hombre, ‘blanco’ y ser heterosexual. En casi todas mis clases desde el colegio, y ahora, en la Universidad, he escuchado el discurso que legitima que el Estado debe intervenir en el mercado para corregir las desigualdades en las que se han visto perjudicados los sectores “minoritarios” de la sociedad.
Ese supuesto pecado es un planteamiento absurdo que se ha implementado en la esfera política y académica, y que ha llevado a que el Estado cree (más) regulaciones que lo único que hacen es incrementar la desigualdad.
Hace unos meses algunos compañeros de mi colegio y yo quisimos aspirar a una beca de Jóvenes a la U. Somos de estrato 2 pero no contamos con la puntuación del SISBEN que permite solicitar beneficios económicos. Me encontré con la sorpresa de ver que para éste, y muchos más programas, los méritos y resultados académicos no suman puntos, pero ser de raza negra, pertenecer a la comunidad lgbtiq+, ser mujer, pertenecer a comunidades indígenas, ser madre adolescente, entre otras cosas, sí.
Así como este programa, son muchas más las convocatorias del Estado (sobre todo laborales) que favorecen a estos grupos minoritarios mientras que perjudican a personas que también necesitan de las becas o los empleos. El Estado, en su afán de mitigar la desigualdad en la sociedad, no se da cuenta que lo único que hace es ampliarla (mientras que perjudica al grueso de los individuos mediante la ‘discriminacion positiva’).
Es ilógico que el Estado premie a un grupo de personas sobre otras, por categorías que no dependen de sí mismas. Este es el caso del sexo, la raza o la inclinación sexual. Nadie elige nacer mujer o hombre, o blanco o negro, o ser heterosexual u homosexual (por ejemplo); y si bien reconocemos que históricamente hay grupos sociales que han sufrido opresiones, ¿porqué legitimamos estas mismas opresiones hacia los otros grupos sociales?
¿Estamos en contra de las opresiones pero solo cuando nos conviene? ¿Estamos a favor de los derechos de los más desfavorecidos pero perjudicamos a la clase media-baja?
Se supone que el Estado debe aplicar políticas públicas que beneficien a las clases menos favorecidas, por ejemplo, a los estratos más bajos. Aún así, nos encontramos con que si las personas de estos estratos no pertenecen a los grupos minoritarios, son igual de ignorados y aislados por el Estado. Con esta ‘discriminación positiva’, lo único que logra el Estado es desaparecer a la clase media-baja y llevarla a ser cada vez más baja.
Por otro lado, muchos cuestionan las relaciones de poder que imposibilitan una igualdad material en la sociedad, mientras que legitiman que el Estado se imponga ante unos individuos mediante intervenciones. ¿Acaso no hay una relación de poder más desigual que la del Estado vs Individuo? ¿Igualdad sí pero no así?
En Colombia, el principal ejemplo de ‘discriminación positiva’ son las cuotas de género dentro de las listas políticas, o las impuestas a las empresas. ¿Quién le dijo al Estado que las mujeres no somos capaces de lograr nuestros objetivos por nuestra cuenta?
No necesitamos ni del Estado ni de nadie para alcanzar una participación política, o un puesto de dirección dentro de una empresa. Fijar cuotas es una bofetada que le da el Estado a los grupos sociales minoritarios, mientras que legitima una opresión -histórica- en la que las mujeres, los indígenas, afros, lgbtiq+, etc, no podemos vivir sin depender de él.
Definitivamente, a ‘papá Estado’ le fascina controlar las relaciones sociales y económicas mientras se impone, haciéndose ver como el salvador de la sociedad a la vez que reafirma su paternidad. ‘Discriminar positivamente’ a las personas que históricamente han sido afectadas por el Estado, resulta contraproducente porque discrimina negativamente al resto de la sociedad y genera una desigualdad aún más grande.