Cada vez más personas ven su sexualidad como una oportunidad para experimentar y ser creativos. Los emprendedores están tomando nota.
No es un momento fácil para muchos negocios. Para no ir más lejos, en Bogotá el 35 % de los moteles han tenido que cerrar a causa de las restricciones que ha traído la pandemia del covid-19. La otra cara de la moneda, parecería estar en la industria de los juguetes sexuales. Según el ‘Finantial Times’, sólo en Alemania la venta de consoladores se incrementó en un 300 %.
La cuarentena no es la única responsable de boom. Desde hace años las opiniones negativas frente a prácticas como la masturbación y el sexo prematrimonial han perdido terreno. Del mismo modo, posturas como la sex-positivity descrita por la sexóloga Carol Queen como forma de comprender la sexualidad como una fuerza potencialmente positiva. Según este punto de vista, siempre que hablemos adultos que hayan expresado su consentimiento, la sexualidad debería ser un terreno para la creatividad en la que no hay nada vergonzoso y empresas de todo el mundo ya vieron a oportunidad que representa ese cambio de mentalidad.
Las propuestas van desde aerolíneas como Flamingo Air y Love Cloud, que ofrecen vuelos privados en los que sus clientes pueden cumplir la fantasía de tener relaciones sexuales en el aire. Las posibilidades son infinitas y a veces llegan a rozar el terreno de la ciencia ficción.
En el extremo más vanguardista de estos modelos de negocio, existen propuestas como las Angelina Aleksandrovich, una artista radicada en Reino Unido. Tras años de experiencia creando experiencias de realidad virtual para diferentes marcas, la joven de origen ucraniano decidió crear Rapberry Dream Labs, un startup cuyo principal objetivo es utilizar herramientas tecnológicas para crear experiencias en las que las posibilidades van mucho más allá de los límites fisiológicos de nuestros cuerpos.
Si el futuro está lleno de posibilidades, el presente no se queda atrás y en Colombia menos. Hace tres años Julián Escobar empezó a desarrollar el concepto de Fantasy Makers. La idea original era ayudarle a las parejas que necesitaran ayuda para protagonizar sus propios videos eróticos. La investigación inicial le hizo darse cuenta de que el espectro de fantasías que podía ofrecer era mucho más amplio.
“Una persona me dijo hace poco que quería estar con su pareja, el fin de semana, en una cabaña que salía en una novela que están transmitiendo en este momento”, cuenta Escobar, quien a la hora de describir su trabajo dice que se encarga de alinear los planetas para que las parejas que lo contactan puedan hacer realidad sus deseos más secretos y eso implica, en muchas ocasiones, hacerse cargo de una logística que incluye viajes, hospedaje, alimentación, disfraces, juguetes y un largo etcétera que complementa la experiencia.
Nuestros servicios les muestran que tener un fetiche o una fantasía no significa que estén enfermos, al contrario, es algo súper común.
La tarifa depende de la imaginación del cliente, y como tantos otros negocios, Fantasy Makers también ha tenido que adaptarse al reciente escenario de pandemia. “Nosotros vamos en la línea con las todas las recomendaciones que se han hecho. A las personas que nos han contactado les hemos tenido que recomendar que hagamos todo desde sus casas”.
Tras años de experiencia, Escobar dice que atender a las fantasías sexuales impacta positivamente las relaciones de pareja. “En estos escenarios, la comunicación es fundamental y este tipo de servicios permiten precisamente eso. Al final, ellos son los que se tienen que poner de acuerdo sobre la experiencia que quieren vivir y eso les ayuda a dejar atrás esos estigmas que hacen que no les paren bolas a sus fantasías. Nuestros servicios les muestran que tener un fetiche o una fantasía no significa que estén enfermos, al contrario, es algo súper común. Esa complicidad les ayuda mucho a llevar el placer a niveles mucho más altos de lo que se habían imaginado”.
Todo esta en la imaginación
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