A principios de noviembre fue capturado en Bogotá un taxista que extorsionaba pasajeras, quienes eran contactadas por una de las aplicaciones que por esta época están de moda para pedir este servicio. El individuo detallaba muy bien a sus víctimas, entre recorrido y recorrido, para después hacer llamadas amenazantes exigiendo desde cien mil hasta cuatrocientos mil pesos para no echarles ácido en la cara.
Pero ¿Y por qué tenía el conductor los números de celular de las pasajeras?
Parece que los dueños de Easytaxi no tuvieron en cuenta este pequeño pero gravísimo detalle de ocultar los datos personales de los clientes que piden el servicio usando sus aplicaciones. Día a día crecen las quejas contra ellos porque masificaron el tema de tal manera que ahora cualquier taxista que cumpla unos pobres y escasos requisitos puede reservar carreras por este medio.
Se sacrificó calidad por cantidad. No hay un proceso de selección serio de los conductores y el filtro está fallando como lo demuestra el caso del supuesto taxista extorsionador.
Ahora lo importante es cobrar mensualidades o una comisión por cada carrera cumplida que se haga a través de sus plataformas. Ya casi no hay diferencia entre tomar el taxi en la calle o solicitarlo por las aplicaciones, pues se vienen escuchando las mismas inconformidades por parte de los usuarios:
*Sobrecosto en el valor de las carreras
*Negación del servicio dependiendo del destino
*Patanería y grosería por parte de taxistas afiliados a estas apps
*Si no se ofrecen propinas «voluntarias» ya no quieren llegar a cumplir servicios en horas pico.
Mi llamado es entonces para que los señores dueños de Tappsi e Easytaxi sean socialmente responsables con los usuarios del servicio público individual y no se conviertan en unos mercenarios más del sector, prostituyendo una idea que en el pasado benefició a taxistas y pasajeros no solo en Bogotá sino en todo el país.
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