Se acerca el final de la segunda alcaldía de Enrique Peñalosa, una persona en la que siempre creí porque fui testigo de la transformación que hizo de la ciudad capital de 1998 al año 2000, cuando yo apenas tenía 24 años, en las épocas en que los jóvenes no eran adoctrinados por Fecode por el hecho de estudiar en un colegio público. En ese año tuve mi primer contacto con él, cuando en un semáforo de Bogotá abordó el carro de mi familia para saludarnos y entregarnos un volante con sus propuestas de campaña, las cuales me parecieron adecuadas y realizables para la ciudad, así que deposité mi voto de confianza en él, quién posteriormente fue elegido. Mucho tiempo después, ya en época de redes sociales, volvió a aspirar (había tenido una «quemada» previa en un segundo intento) a una segunda alcaldía la cual ganó, digo yo, milagrosamente.

 
Por mis opiniones y posiciones políticas fui reclutado para trabajar en su campaña de 2015 pues podía contarle a la gente, y sobre todo a los jóvenes, con propiedad sobre la transformación de la ciudad, con vías, red de bibliotecas, un sistema masivo de transporte eficiente (no los cebolleros en los que me tocaba irme colgado de la puerta de camino al colegio), red de bibliotecas, parques para el común de la gente, la conexión de Usme con la ciudad que incluyó servicios básicos para sus habitantes, y otros muchos logros de ese entonces. A Enrique no le importó que yo comunicando fuera empírico, simplemente confió en la experiencia que dan los años y me permitió el gran honor de trabajar con él en campaña. Cuando me invitó a su oficina me dijo que quería armar una propuesta para beneficiar a los taxistas y se sorprendió con mi respuesta; «los taxistas necesitan es normas y disciplina porque hoy los ciudadanos los consideran enemigos públicos de Bogotá», la gente desconfía de nosotros, y yo, que lo hago bien, he sido víctima de esa mala fama lamentablemente bien ganada. Atrás quedan esos recuerdos de miles de pedalazos que tuve que dar a su lado recorriendo los barrios, aguantando madrazos en algunos, pero recibiendo reconocimientos en otros.

 
Al Enrique Peñalosa que yo conocí no lo ayuda para nada su acento gomelo, pero no es una persona elitista como muchos creen. Es el que comparte una cerveza con su equipo de trabajo en cualquier bar de la ciudad al cierre de la jornada laboral y que no acepta que por ser él le den el privilegio de no hacer fila o le escojan una mesa especial. No le gusta andar con escoltas y se les escapa para comprar el pan en su vecindario o para subir a patios los fines de semana en donde es fácil encontrárselo tomando jugo de mandarina con arepa boyacense antes del peaje.

 

 

Enrique Peñalosa. Foto: Carlos Ortega EL TIEMPO

Creo firmemente que muchos bogotanos son desagradecidos con Enrique Peñalosa; en su segunda alcaldía deja un 85% de ejecución a corte de noviembre en obras palpables como la adjudicación del metro (si, fue él y no los otros que hablaban bonito desde un balcón pero de ahí no pasaron), la construcción del Transmicable que aunque no era muy de sus afectos lo destrabó, mejoró y realizó la obra completa, transformó el espacio público en donde los bogotanos ahora tienen mayores y mejores oportunidades de recreación y deporte. De las 2.500 obras que el Distrito hizo o que están en ejecución, aproximadamente 1.200 tienen que ver con parques. Construyó 150 canchas sintéticas públicas (ante solo se contaba con siete). Intervino de nuevo el parque Tercer Milenio (antiguo cartucho) y lo convirtió en un maravilloso sitio con canchas de fútbol, pista de BMX, skatepark, pista de patinaje, gimnasio y juegos infantiles para los niños y vecinos del sector. Todo esto en cabeza del director del IDRD Orlando Molano.

 
Peñalosa también trabajó eficientemente en bajar la reducción de homicidios, al pasar de 17,5 casos por cada 100.000 habitantes en 2015, a 12,6 en 2018. Acabó con la mayor república independiente del crimen como lo fue el Bronx (al que anteriores alcaldes cómodamente prefirieron no meterle mano por falta de carácter y compromiso con la ciudad). Una sola vida que se salvara de una de las niñas que estaban siendo explotadas sexualmente valieron la pena en ese operativo. Pasamos de 300 cámaras de seguridad a 4600, tenemos ahora helicóptero halcón para facilitar la labor de la polícia, tenemos cinco drones y dos unidades móviles que apoyan las labores de la Policía Metropolitana.

 
Se creó el Instituto de Protección y Bienestar Animal que fue una promesa de campaña y que realizó una excelente labor en cabeza de Clara Lucía Sandoval. Se renovó la vieja flota de buses de Transmilenio que contaminaba con buses viejos la ciudad para pasar a buses Euro V y otro tanto con articulados trabajando a gas. Los nuevos SITP serán eléctricos y de paso se hicieron las gestiones para salvar de la inminente quiebra a esta empresa. En educación, Peñalosa y sus funcionarios lograron reducir como nunca antes los índices de deserción escolar, al pasar del 3,6 por ciento en 2015 al 1,65 en 2018. Eso es a ojo de buen cubero 9.000 niños más en las aulas y 16.000 que no las abandonaron. Logró reducir el embarazo juvenil (una de las principales razones de deserción escolar) entre los 15 y 19 años, al pasar de 15.379 casos en 2015 a 10.675 en 2018.

 

 

En infraestructura educativa aunque el alcalde se comprometió a dejar 30 colegios nuevos, solo pudo entregar 11, otros 9 quedarán en obra y 10 en estudios y diseños. También entregará otros 43 colegios reconstruidos. Puso a andar sobre ruedas el primer call center para agendar las citas, lo que se traduce en menos filas en los hospitales en un 90 por ciento. Logró digitalizar la historia clínica y centralizar la compra de medicamentos (donde había un gran foco de corrupción). También se destaca el saneamiento financiero de Capital Salud y la contratación de los megahospitales Santa Clara, Usme y Bosa en cabeza de quien fue tal vez el mejor funcionario de esta administración, el doctor Luis Gonzalo Morales. Él aplicó un nuevo modelo que permitió agrupar los 22 hospitales en 4 subredes integradas de servicios de salud. Implementó de la misma manera 40 Centros de atención prioritaria en salud (CAPS), con lo que las salas de urgencias pasaron de una ocupación de 251 por ciento en 2016 al 91 por ciento en promedio en 2019.

 

 

Canal Capital, del cual tuve oportunidad de hacer parte en una breve temporada en donde contaba historias de Bogotá y recomendaba en mayor parte el turismo gastronómico, tuvo un cambio moderno en cabeza de Yesid Lancheros. Un canal para la gente, para toda la gente, no para el pensamiento de unos pocos. Y eso fue reconocido con nominaciones a mejor noticiero local o regional, con el premio TAL en Uruguay que es el máximo galardón a la televisión pública en América Latina por el debate presidencial en 2018. Ganó el India Catalina por mejor serie web (Roma). Fue un canal que se despolitizó, se ubicó de nuevo en el espectro de la televisión pública y que logró dar un gran salto al tema digital.

 

 

Pero como no todo puede ser perfecto, tengo cosas que criticar (más bien pocas) con las cuales no estuve de acuerdo. Me parece que el enfoque que se le dio en esta administración en la Secretaria de Movilidad en donde se privilegia al peatón y al ciclista es negativa. Se hicieron unos bicicarriles que volvieron algunas vías lentas y con mayores trancones, y en donde los ciclistas brillan por su ausencia. Se crearon pasos peatonales con semáforos en donde antes no se presentaban trancones que ahora si existen, como el de la Avenida Ciudad de Cali antes de la 26 en el sector industrial de San Cayetano. También pienso que se debieron modificar los horarios de la ciclovía tradicional porque después de más de 20 años el tráfico es mayor y muy diferente. Yo lo pondría de 6am a 12m, que el que quiera hacer ejercicio ¡madrugue!. Se está volviendo un karma llegar al aeropuerto un domingo en carro particular, taxi o TransMilenio pues hay que hacer una serie de piruetas por el funcionamiento de la ciclovía.

 

Pasa lo mismo con las ciclovías nocturnas que se realizan en el festival de verano y en diciembre. Si son nocturnas ¡SON NOCTURNAS!, hay que darle la posibilidad a los ciudadanos de que puedan salir de la oficina y llegar a su casa no tan tarde, por eso en mi opinión deben cambiar el horario de 8pm a 12pm. Pero para Peñalosa en lo poco o mucho que lo conocí nombrarle cambios en la ciclovía es un pecado.
Me tiene decepcionado que en 4 años no se terminó la peatonalización de la séptima en el centro de Bogotá ¿falta de gestión o de voluntad política?

 

 

Me duele que por culpa de los sindicalistas de la EAAB no se pudiera materializar el proyecto del parque del embalse San Rafael, que incluía un cable hasta La Calera pueblo. Ellos metieron una demanda al proyecto y se delicaron porque no quieren que se abra el embalse para TODOS los bogotanos, prefieren seguir teniendo eso como un club privado. Tampoco se logró concretar el sendero de las mariposas por los cerros orientales de la ciudad, que incluía la instalación de un rompefuegos para cuando en épocas de verano se incendiaran las montañas de Bogotá.

 

 

En todo caso yo como bogotano prefiero a un pésimo comunicador, pero a un excelente gerente y ejecutor. ¡Gracias Enrique Peñalosa, fue un honor trabajar por Bogotá!