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Pareciera imposible. Pero es la mejor alternativa que tenemos para no perder el post-conflicto. Las experiencias de los países centroamericanos deben servirnos de ejemplo para no repetir la historia de fracasos. En una entrevista realizada hace 20 años a Jaime Bateman, líder del entonces M-19, le preguntaron qué es la paz y él respondió con ímpetu, que la paz no es desmovilizar grupos armados, ceses al fuego, acuerdos con guerrillas… Paz, decía entonces, pasa por la justicia social, para construir indicadores sociales reales y efectivos en equidad, justicia, educación, salud, vivienda, oportunidades de empleo, salarios justos, en fin se trata de construir una sociedad en la que los individuos puedan tener una vida digna llena de paz, felicidad, armonía, equilibrio. Parece una utopía. Pero en realidad no lo sería si actuáramos en consecuencia y de manera coherente. ¿Qué sería de nuestro país si los dineros que nos reportan en los medios como perdidos en los más viles actos de corrupción se hubiesen ejecutado en inversión social? Nos da rabia pero nos gana la indiferencia y la apatía lo que nos convierte en cómplices… muchos dirán… ¿y yo qué puedo hacer? Dar el primer paso porque es nuestra responsabilidad construir el post conflicto y hacer que los próximos 10 años valgan la pena vivirlos. La indolencia, la pasividad, el laisser aire, laisser passer, el individualismo, sólo nos llevará al fracaso como nación.

Así que empecemos a hacer la paz con la paz, declarar la paz a la paz, trabajando desde nuestra paz interior. Es responsabilidad de cada uno encontrar esa paz interior y apoyar a otros para encontrarla, creando conciencia colectiva, a través de herramientas que nos permitan modificar aquellas conductas fuera de ética, sin juicios ni culpabilidades, para co-construir nuevas realidades, colectivos en los que cada individuo asume su responsabilidad y actúa de manera coherente. No podemos esperar a que sean otros lo que generen los cambios, cambiar «yo no tengo nada que ver», por «yo soy gestor de cambio» y así seremos uno, dos y luego veinte, cien, mil, millones. Transformemos nuestra forma de pensar, nuestra narrativa, nuestro lenguaje, actuando siempre desde lo correcto. Construir con el ejemplo, actuar siempre en ética, premiar a quienes son ejemplares, acordando un nuevo contrato social, haciendo de la paz un asunto de acciones cotidianas y un estilo de vida, apostándole a que sólo si desarrollamos cultura de paz, podremos acoger las nuevas ciudadanías con amor e integrarlas en nuestra sociedad de manera pacífica y productiva.

¿Por donde empezar? El mejor escenario serán las organizaciones que cuando dimensionen que su aporte es definitivo en la transformación de sus colaboradores, podrán asumir el reto de crear entornos y narrativas de paz. Pero para lograrlo es necesario hacer modelos de intervención metodológicos que faciliten el proceso y reduzcan los costos para que así todos nos beneficiemos de la Paz.

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