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CAPITULO CCVI
HOY desde la humildad el gran Christian Camilo Murillo Guerra un seminarista de los Franciscanos – Casa de Formación San Bernardino de Siena, nos deja un cúmulo de CONSIDERACIONES…
Dignas de un EXPERTO…
“El abrazo de Dios
Con la invasión de la pandemia del Covid-19 a nuestras vidas cotidianas y sus drásticas consecuencias como la pérdida de algunos familiares, la contingencia, los problemas económicos y las restricciones en e contracto. Con todas esas realidades que tuvimos que afrontar no hace mucho tiempo, los seres humanos hemos aprendido a valorar aquello que antes nos parecía repetitivo y cotidianocomo dar un abrazo y establecer contacto con losdemás.
Hoy sabemos que nos necesitamos unos a otros, y que el ser humano es un individuo de relaciones complejas en las que el afecto y la ternura no son un elemento negociable. ¡Cuán importante es el cariño y la ternura de mamá y de papá, el abrazo de los amigos, y los besos apasionados de los novios! Eso no es accidental: para nosotros es esencial.
Lo mismo es para Dios y él nos lo ha revelado en su Hijo Jesucristo, como lo muestran los evangelios. Jesús como verdadero Dios y verdadero hombre comprendió la vulnerabilidad humana y sintió con nuestros mismos sentimientos. Por eso los evangelios lo sitúan allí donde la enfermedad maltrata la dignidad de las personas, allí donde el dolor constriñe la carne y el sufrimiento altera nuestra estabilidad física, mental y social. Estas actitudes revelan efectivamente la misericordia de Dios y el modo del que se vale Jesús para revelar esa misericordia no es otro diferente al contacto: el abrazo.
Dios nos abraza hoy en nuestra actualidad, así como lo hacía Jesús cuando abrazaba a los niños que acudían a él (Cf. Mc 10,13–16). Nos abraza con amor, como cuando miró a aquél joven que quería alcanzar la vida eterna (Cf. Mc 10, 17-22). Y lo hace porque nos mira con compasión y comprende nuestra necesidad (Cf. Mt 9, 36), Y no importa cuánto nos equivoquemos o nos olvidemos de él: Dios siempre está allí esperando nuestro regreso con los brazos extendidos, como esperaba el padre misericordioso al hijo pródigo (Cf. Lc 15, 11-32).
Sin duda alguna, esta actitud revela la misericordiacomo el atributo más tierno que podemos encontrar en Dios. Por eso, de ella procede toda una reflexión que podríamos llamar “teología del abrazo”, no solo porque Dios en su esencia sea amor (Cf. 1Jn 4, 7-11), sino también porque es un amor que se entrega del todo, incluso entrega su propia esencia divina, para hacerse un ser humano igual a todos nosotros, abrazando nuestra condición humana, a excepción del pecado.
Por eso, un cuadro que ilustra de una manera muy concreta este abrazo de Dios a la humanidad, es la pintura al óleo “San Francisco abrazando a Cristo en la cruz (1668-1669)” de Bartolomé Esteban Murillo. En él se puede contemplar a Cristo Crucificado que, mientras tiene el brazo izquierdo clavado en la cruz,con el derecho abraza a San Francisco de Asís, y con él a toda la humanidad, mientras lo mira con ojos de misericordia.
Llama la atención como San Francisco abraza a Jesús en la cruz, profundamente conmovido con su dolor. Lo abraza como a un niño al que mira con cariño, con el deseo de ser el menor de todos, de acuerdo con lo que dice el Señor en el evangelio: “el que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí y a aquél que me ha enviado” (Mc 9, 37) y “Te alabo padre […] porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes y se las has revelado a la gente sencilla. Sí Padre, pues tal ha sido tu decisión” (Mt 11, 26-26).
Sí, Dios nos abraza. Dios abraza nuestra vulnerabilidad y pobreza. De la misma manera, estamos invitados a abrazar a Dios: con un amor entrañable, con una ternura inigualable, convencidos de su amor inagotable y de su misericordia infinita. Más aún: abrazar a Dios implica afrontar el reto que presenta Jesús a aquel legista que escuchó la parábola del Buen Samaritano: “Anda y haz tú lo mismo” (Lc 10, 36-37).
Una postura teológica tiene rigor cuando la reflexión conduce a la práctica. Por eso, usted querido lector, siéntase abrazado por Dios, y, en consecuencia, sea ese abrazo para las personas con las que se relaciona constantemente. ¿Por qué no darle un abrazo a papá o mamá? ¿por qué no hacerlo con un amigo o amiga? ¿por qué no dar un abrazo al jefe o al empleado de la oficina acompañado de un saludo fraterno? El abrazo es la expresión de ternura, de compañía. El abrazo es impulso motivador y generador de alegría. Los abrazos no son exclusivos de las relaciones familiares, ni distingue entre condiciones sociales, niveles económicos o jerarquías, pues el abrazo es la expresión más noble de todo corazón humano.
En este tiempo de navidad , y mientras lo permitan las circunstancias, abrácese a usted mismo, abrace a sus vecinos, a sus compañeros, a los más cercanos, abrace a Dios que le está abrazando.“
Que tal si probamos esta sugerencia de CHRISTIAN…para que sea una FIESTA distinta…
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LOS DIALOGANTES DE HOY
Mons.ENRIQUE SARMIENTO ANGULO
FOTOS : CAROLINA SANCHEZ MONTEALEGRE