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Las voces, a veces gritos, manoteos e improperios, se deslizan por el aire, dejando un rastro de odio sanguinario tejido por más de doscientos años de despojos, desprecio, abandono y desidia. Es un día cualquiera y sin conocer muy bien el porqué ese arraigado sentimiento ha sido el catalizador para estar viviendo una situación como esta, analizo y pienso que aún no hemos podido consolidar la tan anhelada paz. Respeto y deseo que nada grave o trágico suceda, porque soy enemigo de la violencia.
Ahora, me preparo para seguir leyendo la prensa internacional. Estamos en uno de los países más ricos y diversos de América que ha sido administrado como una finca por unas cuantas castas familiares y que a través de la historia han servido sólo para empotrarse en el poder sin darle oportunidad a quienes piensan diferente. Se creen que son los únicos que pueden gobernar a una masa expoliada, ninguneada y expropiada de los más mínimos derechos como la vida, la salud y la educación.
En esa discusión hay quienes defienden una que otra postura política y, empecinados en su tozudez, creen tener la razón sin esgrimir argumento alguno; son los que Kant llamó los que no han salido de su minoría de edad y llevados como las ovejas a decir torpezas que lesionan los más elementales principios del respeto y civilidad; hay otros y otras, que sin entender ni comprender qué es la política, se empecinan a repetir o servir de caja de resonancia de los seudo-lideres que, valiéndose de la ignorancia de la mayoría, la manipulan para sus propios intereses; asimismo, hay otros y otras que aupados por los medios y los autodenominados mesías, tanto de un lado como del otro, caen como moscas en sus redes. Entonces la ignominia y la vileza, acrecientan la polarización que tanto daño le ha causado a nuestra nación. Todos, tanto unos como otros, no han sabido controlar las emociones y han recorrido el camino abyecto del irrespeto. En ellos y ellas ha brotado esa animalidad oculta desde siempre que siembra discordia y animadversión entre hombres y mujeres.
Hoy, aún sin conocer cómo será la nueva administración del país, los adivinos, los prestidigitadores y pitonisas, las aves de mal agüero se desbocan expresando sandeces e hipótesis absurdas, creyendo que los demás no abstraen, haciéndose dueños del saber y el conocimiento. Creo que, a estas aves carroñeras, como se les debería nominar, sólo desean el mal y se han dedicado a manifestar sus amarguras por la pérdida del poder, desconociendo que cada colombiano constitucionalmente tiene el derecho a elegir y ser elegido. Igualmente, estoy seguro que, si verdaderamente fueran creyentes y respetuosos de las diferencias lograrían comprender que en una democracia pueden gobernar tanto los unos como los otros. Que el poder en la política es para servir y no para enriquecerse. Asimismo, deben saber que nada es perfecto, que ninguna concepción del mundo ni de la política, como es este caso, es ciento por ciento perfecta; que todo es perfectible. Es hora de luchar en una nación donde todos y todas pueden contribuir para alcanzar el progreso y salir de esta maldita cárcel del subdesarrollo.