“El aprendizaje es experiencia, todo lo demás es información”

Albert Einsten

En estos días ha habido, no solo en nuestro país, sino en el mundo, una polémica grande sobre la función de la educación universitaria en los tiempos de la Inteligencia Artificial. Por tanto, sin lugar a equivocarme, realizaré una reflexión  que aporte al debate sobre la importancia de la resemantizaciòn de los propósitos de formación de las nuevas generaciones para no quedar rezagadas y anquilosadas en el tiempo e iniciar el verdadero desarrollo de la nación a través de una educación para la libertad y el progreso de los individuos. Que la educación sirva realmente para la trascendencia y progreso de todos y cada uno de los integrantes de las generaciones, especialmente las nuevas que son las que heredarán el país.Que la formación escolar cumpla con el propósito de desarrollar la inteligencia de cada uno de los individuos que conforman la sociedad. Que no haya lacayos ni sirvientes, sino ciudadanos que respeten las normas, a sus congéneres y a las instituciones estatales; asimismo, que produzcan bienes tangibles e intangibles para el sostenimiento y mantenimiento de la vida y  de la naturaleza con conocimientos avanzados y potencializados con  la investigación, además que primen los principios y valores morales y éticos.

Cabe señalar que el presente siglo ha sido testigo de cambios radicales en diversas esferas de la vida, la cultura y la manera de representar la realidad. Estos cambios, ya sean para bien o para mal, son inevitables y afectan, de una u otra forma, todos los campos, incluida la educación en todos sus niveles, especialmente la superior. Negar estos sería negar el progreso y desarrollo inherentes de la sociedad, las ciencias y las tecnologías. Sin embargo, es evidente decir que muchas instituciones educativas de formación superior han quedado detenidas en el pretérito, repitiendo saberes y conocimientos reiterativos sin innovación ni creatividad, convirtiéndose en simples cajas de resonancia de procesos nemotécnicos que sólo traen como consecuencia un sinnúmero de profesionales con saberes y conocimientos inocuos que sirven para la estandarización de la producción de bienes materiales desechables que benefician únicamente la economía de grandes emporios económicos y financieros.

Ante esa realidad, es crucial que  todos los estamentos universitarios, incluyendo a maestros y profesionales que instruyen, se planteen interrogantes  y soluciones pertinentes que conduzcan a un redireccionamiento profundo del currículo educativo para que adquiera su verdadera funcionalidad  de formación en el presente siglo. Preguntas como:  ¿qué  y para que se ofrece ese tipo de educación inadecuado a las nuevas generaciones? ¿por qué la educación universitaria se ha convertido en una carrera comercial lucrativa donde prima el interés financiero sobre el saber científico y humanístico, estos últimos necesarios para el  desarrollo social de la nación? ¿o por qué se han estancado los procesos de enseñanza y aprendizaje, permitiendo un retroceso sociocultural del país? ¿ o qué conocimientos científicos, humanísticos y tecnológicos  son fundamentales para trascender el paradigma educativo actual y alcanzar el progreso deseado? ¿por qué durante mucho tiempo la educación de algunas universidades sólo ha servido para producir y repetir lo que otros han creado o producido sin agregar un plus a sus misiones institucionales? Creo que no ha habido inventos ni creaciones que surjan por estos lares, no obstante los años de estar impartiendo “educación”. Nuestra nación ha sido  consumidora de ciencia y tecnología, no ha creado nada, solo ofrece recursos o materias primas para que otras naciones desarrolladas las exploten. Es hora de revisarse e iniciar una revolución del pensamiento y el conocimiento.

Entonces, no es descabellado y es evidente que muchas universidades están desconectadas del verdadero progreso del conocimiento  en general y del ser humano en particular. Es necesario superar ese enfoque de educación  imitativo descriteriado y cranear una formación superior que contribuya al progreso social, cultural, tecnológico y científico, especialmente en este país donde la inequidad y la injusticia son moneda corriente, pero con propuesta curriculares acorde a nuestro contexto, recursos y necesidades tanto nacionales como internacionales. Es hora de cuestionar si las universidades están cumpliendo con la demanda del siglo XXI en términos de ciencia, tecnología y formación humanística integral, considerando las necesidades del país  para aprovechar sus recursos y si está  preparando a los nuevos profesionales para enfrentar el desempleo, el subempleo y la poca o nula falta de pensamiento  crítico, factores que perpetúan el subdesarrollo y nos subyugan ante el resto del mundo.

Se plantea, ante todo lo anterior que en lugar de adoptar una postura de confrontación y discordia, es pertinente considerar nuestra realidad y analizar el sentido de las transformaciones del momento como una oportunidad para cambiar de actitud, pensamiento y acción, soslayar el egoísmo y la polarización infundados  para comenzar el diálogo abierto y sincero en la contradicción. Como afirmaba el sumo pontífice Pablo VI, el futuro del mundo podría residir en América, no solo en sus riquezas naturales, sino en la inteligencia y potencial de sus gentes. El conocimiento tiene el poder de liberarnos de las ataduras del subdesarrollo que nos limitan, tanto a nivel individual como colectivo. No obstante, es innegable que la educación en muchos países de Latinoamérica y, especialmente en Colombia, atraviesa una crisis, caracterizada por la falta de calidad y cobertura, lo que ha contribuido al desempleo, subempleo y exclusión social. Esto en parte se debe  a la desconexión entre la teoría y la práctica en los modelos de enseñanza-aprendizaje, así como a un enanismo cognitivo de dirigentes educativos, igualmente la falta de pensamiento crítico y desarrollo de habilidades para resolver problemas, manejar las tecnologías, trabajar en equipo , emprender e innovar de quienes educan y de quienes se educan.

Acorde a lo anterior, es imperativo que la educación superior se adapte a los desafíos del siglo XXI, promoviendo la innovación, la creatividad, el pensamiento crítico y la formación integral de los estudiantes, empleando los avances de la ciencias, la tecnología, las humanidades, la psicología cognitiva y la neuroeducación. Solo así podremos superar la crisis educativa y contribuir al verdadero progreso de nuestra sociedad.