En ocasiones se piensa que leer significa perder el tiempo. Que sumergirse en la lectura de una novela, de una historia de ficción, una historia imaginada, con seres maravillosos y espacios irreales, con aventuras locas y sorprendentes, que leer historias fantásticas, o incluso leer las historias del periodismo narrativo, no tiene ningún provecho. Se cree que la declamación de una poesía es una tarea romanticona y cursi, que los versos no dan plata, ni oficio, ni ofrecen nada práctico.
¿Para qué leer?
¿Para qué escribir?
Para responder esas preguntas, los planes lectores y de escritura, y quienes amamos la literatura, nos apresuramos a contestar lo siguiente: se lee y se escribe para mejorar el nivel educativo, para desarrollar la creatividad, la sensibilidad y el pensamiento crítico.
Si uno lee y escribe para mejorar su educación, eso quiere decir que estas actividades se realizan para tener un mayor conocimiento, mayor cultura, para ser más atento y considerado con el otro, para entenderlo y entenderme yo mismo.
Si uno lee y escribe para desarrollar la creatividad, eso significa que cuando se lee y escribe se está cultivando la capacidad para desarrollar nuevas ideas, para realizar nuevas asociaciones, para proponer soluciones originales y para ampliar la imaginación. Y bueno: ¿A quién no le gusta tener mayor imaginación? Todos tenemos problemas para solucionar, y nada mejor que tener imaginación para solucionarlos.
Si uno lee para desarrollar la sensibilidad, eso quiere decir que estando atrapados en la lectura de una novela, estamos cultivando la capacidad para sentir ternura, para apasionarnos o sentir piedad. Además, y esto es muy interesante, si desarrollamos nuestra sensibilidad, tendremos una mayor capacidad para enamorar y para enamorarnos.
Por último, si uno lee para desarrollar el pensamiento crítico eso quiere decir que los libros nos ayudan a tener ideas individuales, a conocer la opinión del otro, a escuchar sus argumentos, y luego ser capaces de sopesar esas explicaciones, a favor y en contra, para después tomar una decisión propia, respecto a lo que se considere verdadero o falso, aceptable o inaceptable, deseable o indeseable. El pensamiento crítico enfrenta y evalúa, constantemente, los prejuicios sociales.
Resumiendo, si se lee y escribe para mejorar el nivel educativo, para desarrollar la creatividad, la sensibilidad y el pensamiento crítico, si es verdad que todo lo anterior lo genera la lectura y la escritura, entonces de ninguna manera se puede decir que leer y escribir es perder el tiempo. Y por el contrario, la literatura es una herramienta práctica, es un discurso que podemos usar en nuestra cotidianidad.
Pero además, se lee y se escribe porque allí hay una gran fuente de placer. Quienes se han enfrascado en la lectura y la escritura de algún cuento o novela, crónica, poema o fábula, saben del placer del que les estoy hablando. También hay una categoría del placer doloroso. Cuando escribimos para arrancarnos una historia que nos atormenta. Pero cuando la contamos quedamos más sueltos y livianos.
Y allí está la principal razón por la que, al menos yo, leo. Cuando abro una novela, y clavo los ojos en ella, lo hago para entretenerme, para divertirme, para pasarla bien. Ahora, lo que es inevitable es que, pasándola bien, divirtiéndome, es decir, leyendo, suceden esas otras cosas de las que hablamos hace un momento: se mejora la educación, se desarrolla la creatividad, la sensibilidad y el pensamiento crítico. Todo esto está en función de lo primordial: pasarla bien, divertirse, entretenerse.
Entonces ¿para qué se lee y se escribe en la cárcel?
Se lee y se escribe en la cárcel como forma de creación, de sublimación, de perdón, de olvido. Se lee y se escribe en la cárcel para ejercer un acto de libertad. Una libertad de pensamiento y una libertad de palabra. Se lee y se escribe en la cárcel para realizar un ejercicio de la libertad en la imaginación y en el pensamiento… una libertad que supera la realidad, que supera las rejas y los candados.
Alguien ya dijo que los talleres de escritura deberían llamarse “talleres de conciencia”, pero no los llaman así porque no quieren sonar a manuales de crecimiento personal. En el fondo, un taller de escritura lo es. Y lo es porque luego de permanecer sumergidos en la lectura, o la escritura, luego de quedar atrapados por un texto y volver a levantar la mirada a la vida cotidiana, ya no somos los mismos, volvemos al mundo de otra manera. Sea, como fuere, peores o mejores, pero de otra manera. No seremos los mismos luego de leer o escribir.
Escribir no es solo poner letras en un papel, ni leer es solo pasar los ojos por los párrafos. Escribir es dejar testimonio, como sucede cuando se escribe la historia: con decisiones, con hechos. Y leer es estar concentrado, como sucede cuando se lee la vida. Cuando se leen los ojos ajenos, cuando se lee el amor, la alegría o la esperanza. Por eso hay que seguir realizando estos talleres artísticos y literarios. Necesitamos continuar escribiendo y leyendo, porque finalmente la literatura, la ficción, los relatos nos aprovisionan para la vida. Y si todavía hay alguien que cree que la literatura es inútil recuerde que no fue en vano que Jesús nos dejó sus enseñanzas en parábolas.
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