Leí la columna (¿?) de la Azcárate, o bueno medio la miré la verdad. Le pegué la leidita a lo Simón Gaviria. No ameritaba más. Después me di la pela y miré de nuevo el esperpento para ver qué podía uno opinar. Llegué a una pequeña conclusión: el hueso con carne se lo come el rey, el hueso pelado se le tira al perro.
Lo mejor de la carrera de Azcárate fue el photo shoot en Soho hace algunos años. Lo demás, como su aparición en un reality que sucumbió ante la competencia y sacaron del aire, como dirían los amigos twiteros, un #epicfail.
Negar que la Azcárate está muy buena requeriría el mismo nivel de enanismo mental que le tomó a ella escribir su columna. Pero no le demos tan duro, entendámosla. Ella no puede comer nada que le altere su figura. Le da pena cuando se empelota frente a su novio y siente que se le nota el muffin. Sale a comprar ropa y nada le gusta. No tiene amigas. Se siente fea. Solo se la quieren comer, nada más. Vive pendiente de tratamientos y no la aman ni se ama. Con todos esos problemas, mejor una mujer con 10 kilos más de personalidad, ¿no?
Cuando uno va a una carnicería, el hueso carnudo vale más, lo llaman «especial». Claro, es bueno quitarle algo de gordito, pero por algo un churrasco es famoso, ese «gordito» es lo que da el sabor.
Los hombres normales, no los que la invitan a salir a ella, queremos mujeres que estén buenas pero que sean reales. Me explico: una cosa es que la vean con ganas y TODOS quieran con ella y otra muy distinta que la puedan querer, o al menos querer conversarle. Además, presume tanto que vaya uno a saber si es tan buena para aquello como dice, hasta puede resultar rígida y sin tumbao. ¡Mis gorditas sí lo mueven!
Felicito a la Azcárate por ser flaca. La felicito por salir empelota disfrazada de Jesús. La felicito por tumbarle el rating a un programa de televisión en horario estelar. La felicito por ponernos a los blogueros a escribir pendejadas como esta. Pero recuerde, «no por falta de gato está la carne en el garabato». ¡Chau y besos a mis gorditas bellas carajo!