«Hasta dónde va»…
Esta frase célebre y repulsiva se la escucha uno a casi todos los taxistas para ver si tiene el «honor» de ser transportado por ellos. Una desgracia.
Tomar un taxi en Bogotá se ha vuelto un martirio. Los pagos de favores por parte de los gobernantes entregando licencias nos tienen invadidos de ‘amarillos’ (en este momento hay aproximadamente 53.000 de estos vehículos).
No contentos con la sobreoferta en el negocio y el incremento en la compra de vehículos por parte de particulares, los taxistas se las dan de «selectivos» y en ocasiones, incluso por pereza, se niegan a prestar un servicio de transporte público que no tiene nada de público. ¿Acaso no entienden que uno no les está pidiendo un favor sino que les está pagando por hacer su trabajo?
Historias hay miles. Seguro usted, mientras lee esta entrada, está recordando cómo alguna vez lo dejaron parado esperando porque «no monito, no me sirve», «voy para otro lado» o «No alcanza, lo llevo por 20 (así el taxímetro marque 5.000 pesos)». Claro, no se debe generalizar. Pero estas prácticas se han vuelto cada día más comunes entre este gremio que se está viendo en una situación difícil ante las nuevas medidas que han devuelto a los ciudadanos el derecho a utilizar su automóvil y, en vez de mejorar su servicio e incentivar a los usuarios a verlos como una opción confortable, toman actitudes que generan malestar.
El conato de paro de la semana pasada por parte de un grupo de taxistas fue, por decirlo en palabras decentes, una grosería. El chantaje que utilizaron para que el distrito regresara a las medidas represivas y obligara a la gente a dejar su carro en casa lo único que ha logrado es que la ciudadanía les coja más bronca como gremio.
«Pagarán justos por pecadores», dicen. Pero es inevitable hablar de un todo cuando es común ver taxis violando las normas de tránsito constantemente; conductores agresivos que más que camaradería, manejan una compinchería fuerte para apoyar a quienes justa o injustamente están en problemas y, no menos grave, que como gremio se molestan con medidas que privilegian el interés general por encima del correspondiente a una minoría. ¡Qué maravilla!
Taxista, está perdiendo a sus clientes. Por fortuna, cada día hay más alternativas de transporte y si no cambia, lo van a cambiar a usted. Recuerde que «el cliente siempre tiene la razón».
¿»Hasta dónde va», señor taxista?