Querido amigo mamerto, es probable que en este momento, y mientras te lamentas por el mugre que dejó ‘The Color Run’ (pero no te molestó el que dejó la falta de recolección de basuras en Bogotá), mires en tu iPad, ese aparato que construye tu férreo enemigo del norte y llena las arcas de Apple, y digas: «el imperio está conspirando contra nosotros», todo mientras le das un mordisco a tu Big Mac que estaba en promoción.
Te debes estar lamentando y por eso tu cuenta de Twitter, que es tu nave, tu tanque de guerra, desde donde escupes sin clemencia todo tu odio contra el sistema, contra las «oligarquías», apoyas sindicatos, está que estalla. Desde ahí también, y como un acto lindo y tierno, te retratas con una ruana, dizque en apoyo al campesinado (esto sin decir que muy seguramente tu ruana la compraste en Zara o es china). Pero no importa, sientes que cambias el mundo, amigo mamerto.
También te vi una vez con una manga del pantalón recogida, acongojado. Creíste que con eso el dolor que aquellos a quienes los que, como tú, levantan las banderas del Che, dejaron sin extremidades, va a acabar. Pero eso no importa, tú, con ese gesto, te pusiste en sus pantalones (¿?).
Cogiste los aerosoles y para darle vía libre a tu creatividad rayaste las paredes con consignas contundentes. Sin embargo, no entiendo por qué te apenas y no eres capaz de mostrar qué tremendo artista eres, te pones un capuchón y sales, envalentonado, con tu tarro de pintura en una mano y dos piedras en la otra.
Te vi también cantando a pulmón herido las canciones de Silvio Rodríguez. Entonabas, al son de una vieja guitarra, ‘Ojalá’, ‘Playa Girón’ y buscabas ese ‘Unicornio azul’ que se le perdió al cantante cubano. Esto lo hacías en los «remates» luego de salir de rumbear en la zona rosa y de gastarte cientos de miles de pesos en las discotecas más ‘play’ de la ciudad.
Amigo mamerto, protestabas y te quejabas de todas las injusticias desde alguno de los claustros más importantes del país, donde solo llegan aquellos que pueden pagarlos, esos a quienes, paradójicamente, tanto criticas, aquellos que son como tú, tus hermanos y tus amigos. En tu facultad de ciencias sociales te enseñaron a ser inconforme, a protestar y quejarte, pero nunca sin dejar de vivir a «tuti plen».
Afortunadamente para ti, querido amigo mamerto, existe una salida. Puedes comprender que marchando con dos cacerolas por los refinados restaurantes de Usaquén en Bogotá no vas a cambiar nada (así te acompañen 4 mamertos más). Puedes comprender que una ruana (esa comprada en Zara o importada de la china) no va a ayudar a que un campesino reciba mejores dividendos por eso que tú compras en algún Carulla y lo pagas al doble o el triple de lo que lo compran otros paisanos. Puedes comprender que los mensajes de rebeldía no hacen más que dejar a tu ciudad impresentable para cuando vengan de visita los amigos de tu familia a conocer Colombia, ‘carachas’. Y por último, puedes comprender que tu contradicción, tu falsa izquierda, te hacen ver no como un rebelde sino una caricatura descolorida de lo que en tu «creatividad» ves.